19 de noviembre de 2005

Ese día, el que cito en la cabecera de esta "entrada", tuve el placer de ver, oler, tocar, oír y probar unos de los espacios más enigmático vistos por mis ojos en lo que llevo de vida: el Museo de Dalí en Figueras. Allí, intenté comprender al Genio. Después de aquella visita y tal vez con algún "chetín marihuanero", me puse a escribir lo que aquel amasijo de sensaciones me produjeron. Nació "Seis encuentros con Dalí". Ahora, tras todos estos meses, con el espejo retrovisor completamente limpio, creo que es hora de que vean la luz, la luz que preña el barco chorreante del patio central del Museo. Dejo aquí el primero de ellos.

I

Undía le di la vuelta a mi reloj:

saquétoda la maquinaria

llenándolode tiempo.

Medimosjuntos el paso de los amantes,

lossegundos que duran

losprimeros asaltos al corazón,

losminutos que contienen los soplos de aire,

losbesos que en la mañana

deldescerrajamiento del día

descomponen el trazo del segundero.

Tambiéncayeron la aguja grande,

lacorta e inflada, siempre marcadora;

saltópor los aires el tiempo

revolviendo sus horas, minutos,

segundos,días, meses.

Añosinvisibles reducidos,

encerradosen la carcasa

queha dejado de marcar, de desfilar.

Tansólo respira a ritmo de tic-tac:

-dejarespirar-.

Vivesin doce horas,

duermesin despertador

porqueel que se levanta

dejarálibre la cama y tal vez,

ésa seocupe por un nuevo

marcadordigital.