Náuseas

Hoy he vomitado. Me supura el alma. Tengo sucia la respiración.

Me invade el virus de la maldición, de la desesperación, de la oscuridad, del túnel que no acaba.

Me traga la boca blanca. Mientras, se desangra mi cerebro.
Arcadas, la garganta lanza espasmos excitada ante tanta angustia
ante tanta desazón, hasta tanto hartazgo, hasta la extenuación.

Y voy pudiendo cada vez menos;
y ese menos me resta hasta la ganas de respirar. Mi estómago es una montaña rusa; no hay fin.

Mi tique vale por otros diez años. Las entrañas me dicen que se van, que emigran, que se largan de esta puta realidad. Ya no aguantan más.

Y mis dedos se anudan en mi garganta arrancándome la poca comida que aún perdura en mi interior.

Las fosas nasales se rellenan de nauseabundas sensaciones de olvido, de mentiras, de rayos, truenos y centellas pagadas con un cheque al portador.

Y es que así, ya, ni mi vómito me aguanta.

Me estoy perdiendo en mis propios retortijones, me estoy asfixiando; me quema el reflejo del espejo; siento la llamada del subsuelo.

Aquí está otra vez. Me doy asco. Esputos de una vida equivocada.