Hielos «enronados»

Atrás quedó una tarde de quema y corte.

Portaban las cañas a lomos de mulas tordas; pendían los alfanges por debajo de sus cinturas rezumando todavía azúcar.

La broza amontonada en la cuadra del viejo cortijo no daba tregua.

Repasaba los montes de tu finca redondeante con los hielos que habíamos compartido en nuestra terraza favorita.

El "roncola" estaba fresco como la tarde de quema y corte.

Tu cuerpo, caliente como los filos de esos alfanges segadores, derretían las pocas gotas de mulas, cañas y azúcar que la modernidad se llevó con sus fábricas.