Enterrado vivo

Acaricio el suave y liso espejo de madera que cubre mi pecho;

el aire, masticable como un chicle, deja espesos círculos alrededor de mis pulmones.

Inerte, inerme, inane.

Alejado ya de tus costas, clavas, una a una, tus palabras sobre la tapa;

la tapa de mis sesos que volastes al abrir tus piernas,

al cerrar tus ojos, al mojar tu boca, al rozar tu piel helada.

Reina de la noche, esclava de la vaselina.

Me entierras vivo.