Ha vaciado mi mente. He dejado de ser.

He visto al gusano ser mariposa justo en el instante en que no era nada. Muerto uno, nace la otra. En esa fracción de segundo se es nada.

Renace, pues, de la nada, el nuevo ser, como de la noche, nace el día, como un año caduco que da paso a otro recién parido.

Ya no recuerdo qué cara tenía antes de nacer ni la que tendré el día en que se apague la luz. Somos nada en esencia, livianos, etéreos, frágiles…nada. Y sin embargo, encerramos el universo en nosotros mismos.

Y de ese vacío, de esa oscuridad somo capaces de romper ese muro de soledad y darnos cuenta de que no lo estamos, si nos acaompañamos nosotros mismos, si al mirar al espejo no vemos a otro sino la nada, en cuerpo, reflejada en papel de liar bocadillos para los niños.

El camino recorrido, si estaba trazado, ya lo han recorrido por ti.

Ahora, no hay camino. Todo está por hacer, por andar, por recorrer y hasta por amar.

Las heridas se fueron cuando la nada invadió mi cerebro. 

Las palmas de mis manos miran al cielo. Descalzo, miro desprovisto de memoria, lo que queda de camino que será el que el nuevo ser desee recorrer. Re-naciendo, re-nacimiento…

¡Re-evolución!