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2007Cuéntame (II): Mi último viaje en tren
En septiembre de 2003, Francisco Ortega Chacón me dijo adiós. Cuando bajé de Madrid a Málaga en el tren a despedirlo, aún agonizante, escribí esto que ahora reproduzco, y que se publicó en octubre de 2003 en la revista "Viajeros", en la sección "El Pupitre".
Mi último viaje en tren
Cuandocogí el tren esa mañana hacia a Andalucía,sabía que el destino ponía en mi camino un últimoviaje, ligero de equipaje. Sabía que, al final del trayecto,encontraría la desgracia de ver a un buen hombre que estabaacabando de consumir sus últimos sorbos de vida. Recordépor el camino que, siendo niño, me topé con este hombrebueno que puso en mi alma carbón de luchador y supo impregnarmi corazón con destellos de bondad, que hasta su lecho, ahorahe de recordar.
Conseguídar mis primeras pedaladas con la Orbea, de frenos de varilla ymanillar cromado, que él me compró; me sumergíaen las montañas de garbanzos que se apilaban en su almacén;veía cómo se negociaban esos sacos llenos y aprendía pesar las muestras en una báscula tan pequeña como unmonedero. Monedero del que nunca se desprendió; jamásllevó cartera o billetera. Paseaba con él por losolivares y los campos de trigo; aprendí lo que era un celemíny una arroba. Con su Peugeot 404, descubrí que detrásde esa montaña estaba Peal, esperando su llegada como ungeneral. Hombre de bien, hombre de negocios, hombre altivo y siempregeneroso. Generoso con su nieto, al que nunca escatimó enseñarla verdad, a luchar y a ser más.
Miafición al ciclismo él la hizo realidad, con esa BH decarreras que en el pueblo fue una novedad. Entre aceite y buen vinome llevó a “ligar” y con sus viejos amigos, a los que lavida ya les había enseñado todo; compartí, vino,tortas de cañamones, atún, tomate picado, mesa ymantel. Tertulias de viejos sabios, que enseñaban lo dura quehabían sido sus vida, pero sus ojos estaban tan llenos debondad, que sólo sabían explicar cómo no debíahacerse el mal. Con él aprendí a ser hombre; mi niñezme dejé, escuchando sus alientos, cuando mi carrerauniversitaria empecé. Antes siempre compartía paseospor Jaén, arriba y abajo, siempre comentándome lo quedebía hacer para llegar a ser un hombre de bien.
Hombreenseñante, hombre paseante. Sus largos paseos, los acompañabaal final del trayecto con un chato de vino. Ese vino, que al final,no te pudo alargar la vida ni un segundo más. Cuando terminémi carrera universitaria, que tanto te gustaba, celebramos el finalcon un maravilloso viaje a Pamplona, donde nos agasajaste con tupresencia y saber.
Abuelo,ahora estoy huérfano de sentir y de pensar; ahora que sé,que no volveré a verte jamás.
Meregalaste mi “montblanc”, con lo que todavía hoyescribo y siempre la llevo en el bolsillo de mi chaqueta, junto alcorazón, para que sienta que estás ahí, todavía.Ya de abogado fuiste mi primer cliente, al que confiaste sin dudar,tus cuentas, tus números, tus papeles y no me confiaste tudestino, porque sabías que ese navío, no era dirigible.
Tuviste entu casa, en un lugar privilegiado, esa foto del día de mijura, como si se tratase de la mejor pieza de caza. En la foto noqueda espacio para mí; tu orgullo y felicidad dejaban en laoscuridad a este aprendiz de abogado, al que siempre mirasteconfiado.
Abuelo yano estás ¿por qué no te quedaste un poco más?.
En miboda, siempre altanero, bailaste sin parar y no dejaste de admirar ami suegra, por la que, hasta el final de tus días, todavíapreguntabas. Con Fernando, fuiste el primero en llegar al hospital,al saber que tu nieto, te había hecho bisabuelo.
Tubisnieto Fernando, sería para ti, como lo fui yo, objeto dedeseo, deseo de protección. Con Alejandro ya te pillócuando la enfermedad se asomaba a la esquina de tu dormitorio yllegamos a Madrid. Me llamabas todas la semanas y hablaba contigo ycon la abuela, que a todos nos dejó, haces ya dos años.Ahora te ha tocado a tí.
Al finaldel trayecto, jamás llegue a pensar, que en una cuidad juntoal mar llegarías a expirar. ¿Con quien saldréahora a pasear por los campos de Peal?.
El añopasado tuve la suerte y el privilegio de compartir una semana, mano amano con tu genio y figura. Ya hablabas menos, pero no dejabas derecordar tus viajes con el carro, la abuela, las telas, los pollos yesa gran operación que fue la adquisición de “ElLlano”.
El tren seacerca a Málaga, ciudad bañada por el mar, mar quetanto nos gustó, mar que tanto nos unió. Desde Águilasa Terreros, pasando por Aguadulce y Motril; Torredelmar y Marbella;tomamos sol y Berberana; nos llegamos a bañar inclusoen la playa de Valdelagrana. Abuelo tantas cosas te diría, quehora te escribo, para que no dejes de sentir que pese a mi tristeza yamargura, dejas en mi, un poso de alegría. Este viaje seacaba, y a los pies de tu cama, junto a la que el tren me ha traido,veo cómo llega tu último latido, que te ayudaráa atravesar ese río sin retorno, al que ya no volverásjamás. Viajamos juntos y sin prisa, desde Jerez a Cádiz,pasando por Gibraltar; vimos Triana en Sevilla y en Málaga,descansamos junto al mar. Ubeda y Cazorla, Macael, Baeza y Antequera,Hinojares y Jaén; Peal de tus amores, ya se ha parado el tren.
Ya se fuemi abuelo, ya me dejó y ahora que puedo, sin trampa ni cartón,te digo bien sincero: me has robado el corazón tú,hombre de bien, al que todo el mundo llama Francisco Ortega Chacón.
Hoy, a tu sombra, quiero
ver estos campos de mi Andalucía,
como a la vera ayer del Alto Duero
la hermosa tierra de encinar veía.
Olivo solitario,
lejos del olivar, junto a la fuente,
olivo hospitalario.
que das tu sombra a un hombre pensativo
y a un agua transparente,
al borde del camino que blanquea,
guarde tus verdes ramas, viejo olivo,
la diosa de ojos glaucos, Atenea.
(Olivo del Camino. A Machado)
Madrid-Málaga septiembre 2003
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