La vieja lata

La vieja lata guarda tu última carta; guarda días, años, tal vez toda una vida

La vieja lata guarda los olores de tu nombre,

los viajes de tu cuerpo y las arrugas de una camisa que jamás se planchará,

porque el alma encogida huye del hierro ardiente

y sólo busca el frío de la lluvia en una tarde ausente de sonidos.

Atardecer húmedo que embriagas mis huesos y salpica de gotas mi papel virgen a punto de violar su intimidad plana, ¡llévame al fondo de esa lata! donde pueda acabar de respirar todas la letras con las que ella me llame cada mañana al abrir sus aladas manos de silencio.