Pobre en letras

Cuando uno lleva el saco roto, va dejando un reguero de olvido por allá por donde transita. Si además del saco, es el bolsillo el que tiene un agujero, son las palabras las que se las lleva el viento.

Si a todo ello unimos que los bajos de los pantalones están deshilachados, restos de tu cuerpo regalas a las baldosas de la acera que se adhieren como tatuajes urbanos para que los demás los pisoteen sin letras al portador.

Sin embargo, con un disparo en la cabeza, el agujero está en tu cerebro. En él entra el viento y el viento, como siempre, llega, sopla y se va…

Te deja pobre de letras. Paupérrimamente arruinado.