Historias de bares (El pupitre)

 Historias de bares (El pupitre).- Publicado en la revista "Viajeros" mayo 2004 y recogido en el libro "El pupitre 2003-2005: el bienio de los cambios".

"Recuerdoaquella coplilla de Gabinete Caligari que nos animaba acompatir gratos momentos en esos lugares que para todos, y creo noequivocarme, son los mejores lugares para mantener magníficastertulias de amigos, compañeros, parejas, etc. Todo esdiscutible y arreglable a la luz de una barra de un bar; los besosson más clandestinos cuanto más escondida estáesa mesa en la que los amantes se dan la mano por debajo del mantel.Pero lo que más gusta de los bares, estos nuestros, los detoda la vida, el de la esquina, los de la calle, los del barrio, losde carretera, bares, al fin y al cabo, es que siempre hay segundospara reflexionar sobre lo que nos ha acaecido y compartirlo con algúncontertulio al amparo de un oloroso, un blanco espumoso, un chato detinto o una refrescante cañita.

Eneste momento viene a mi memoria que no hace mucho me encontréen el bar de la esquina, ese que no se debe cerrar como dice Sabina,a un amigo que en las últimas fechas su temas laborales no lesonreían. Tras recordar viejos encuentros envueltos en oloresa queso y ribera del duero, me contó su historia, que bienpodría ser la historia de cualquiera de nosotros, porque elque más o el que menos, se ha visto alguna vez en la situaciónque me contó.

Trasllegar a su puesto actual, me relataba mi amigo, se vino a cruzar unabuena mañana con esos personajes que tanto abundan en lasempresas, entre acomplejados, totalitarios y cortos de vistas, biendenominados “maricomplejines” (a todo esto, está demoda este término). Este amigo me confirmó:¿que no se te cruce maricomplejines en tu vida?. Calóen mí ese término, pero ignoraba su aplicaciónempresarial, y ello me hizo insistir en la descripción delsujeto y como quiera que mi amigo ya comenzaba a estar un pocoligero de lengua, por el efecto del “riberita”, comenzó asoltarse.

-Miquerido amigo Ortega: en las empresas hay quien vale, lo demuestracada día y se le paga por ello (muchas veces por debajo de loque se merece); pero también y por desgracia, hay quien novale ni para verse a solas con el espejo, porque su incompetencia esmayúscula y encima se le paga.

Haypersonas que llegan alto por su capacidad de trabajo y sus serviciosprestados; pero hay otros que a través de no se quéextrañas conexiones entre “head hunter” -cazadores detalentos- y grandes cuentas o influencias, son capaces de colarseen organizaciones hunanas y destrozarlas, implantando el desorden, elcaos, la desmotivación.

Haypersonas que por sus obras las conoceréis; pero hay otras quese hacen acreedores de fama no por sus obras, sino por sus omisiones.Las empresas funcionan porque hay grupos de personas que se siententan identificados con el proyecto empresarial en el que están,que un maricomplejines de esta categoría puede destruir eseedificio en horas, qué digo, en minutos.

Ademásquerido amigo Ortega –prosiguió- , si tu sombra profesionales alargada, te cortará la hierba a ras de los tobillos,conspirará, lanzará bulos, te llamará talibáno amparándose en su cargo, simplemente, te enviará alostracismo de una mesa apartada en cualquier lugar de la empresa y sipuede, además, de forma ostentórea, arrogándosealgún tipo de superioridad moral (ya que tiene cerozapatero de autoridad profesional) que le haga sentirsereconfortado en el mareo de su despacho, en el que sólo tieneun ordenador.

-Pero,¿si eso es técnicamente mobbing?- le dije a mi amigo.

-¡Nada de eso Ortega! Eso se llama “pon un maricomplejinesen tu vida”; no te equivoques.- Y contra eso cómo selucha?- le pregunté. Pues mira -aseveró con vozcampanuda-: hay que estar preparado física y psicológicamente;seguir tan bien vestido como antes, manteniendo tus contactos ygestionando en el exterior más que en el interior. Despégatede los problemas, míralos desde la otra cara del espejo ysobre todo disfruta de tu tiempo libre y que tu situación“transitoria”, se quede tras la puerta de tu lugar de trabajo.Pero lo más importante es que no dejes de tomar un vino contus amigos. Decía un viejo amigo mío que no te fíesde un hombre que no bebe vino. Por eso amigo Ortega, sigamos bebiendovino; disfrutemos de este placer que los dioses del Olimpo adoraban ysobre todo porque es bueno para el corazón y la próstata-.

Imaginanlos lectores cómo acabamos aquella tarde. Historias de bares ysus correspondientes moralejas quedaron grabadas en mi memoria parasiempre: “pon un vaso de vino en tu vida” y que “no te toque amaricomplejines de compañero”.

¡Saludqueridos lectores!"