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2008Viaje
Cuaderno de bitácora: día 17
Recupero la tonificación de mi cuerpo poco a poco. Sin embargo, me empeño en poner tiempo al día y la noche, cuando aquí, todo es plano. No existe, salvo el contador de las unidades de tiempo, esa distinción. Por eso la tripulación siempre se ordena en base a unos parámetros temporales que no tienen en cuenta, el día o la noche. En Verde sí existía. Era lo más parecido a los ciclos diarios de la Tierra.
Allí, tal vez por ser un planeta habitado por viejos exiliados terrícolas, sus días -con luz- eran bastante más largos que en la Tierra. Si no recuerdo mal -los recuerdos son ya inapreciables en el interior de mi mente- en Verde, la luz embargaba nuestras vidas con catorce o quince unidades de tiempo. La noche, por el contrario, era discreta y breve.
Verde recogió a unos exiliados que llegaron casi con harapos espaciales y buena parte de los nuevos habitantes de nuestro planeta, llegaron con lo puesto, huyendo de la represión establecida por las fuerzas que controlaban todas sus vidas. De aquella represión controladora e inhibidora de la individualidad, nuestros intercomunicadores compulsivos, ahora perfeccionados y usados, entonces, para controlar, y hoy, para obligar a comunicarse evitando una posible soledad autista que llevara, de nuevo, al egoísmo nihilista reventando así todas las expectativas de los recién llegados y nuevos pobladores de Verde.
Con el tiempo esto se volvió falso también. Pero en otra medida y por otros motivos.
Recuerdo Verde con nostalgia – ya no sé qué es la nostalgia ni puedo intercambiar palabras nostálgicas con nadie-. Pero mi recuerdo más profundo me lleva a la Tierra. Y un día no muy lejano, seguro, volveré para descubrir el origen de mi vida.
Bucear en un planeta para abrir y saber qué llevo dentro.
Un viaje al centro de mi ser.
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