CO2

Cuaderno de bitácora: día 27

Cada vez que puedo, me escapo hacia nuestro habitáculo de higiene. Allí abuso, en cierto modo, de nuestras reservas acuíferas. De todas formas, y para consuelo casi propio -y de todos los tripulantes-, hay agua más que abundante, aquí, en el espacio. A través de un potabilizador metacuático silverado, conseguimos agua pura.

Fue uno de los primeros descubrimientos -necesarios, por otra perte- en Verde. Allí, la aleación entre la argenta, el cadmio y la calcopirita oxigenada, generó un nueva fisión química que permitía generar agura pura mezclándola con una molécula de carbono y dos de oxígeno de forma individualizada.

Por tanto, uno de las peores carencias del ser humano en la vieja Tierra, también se solventaron por parte de los nuevos pobladores de Verde. Todos llegaron con el ánimo de no repetir esquemas exterminadores o discriminadores. Primero fue el agua. Luego el sexo. Luego el color de piel. Luego la religión y así hasta llegar casi por aplicación práctica a la perfección. Pero como todo obra humana, fue, es y será imperfecta.

Con el agua por todo lados, comenzaron a generarse una serie de bacterias tampoco conocidas. Hubo de combatirse la humedad en muchas zonas aplicando nuevos materiales aislantes que generaban cáncer de pulmón. Y así, sucesivamente. Pare evitar aquellos contratiempos se invento el LSD. En inyecciones, los habitantes de Verde, olvidaban sus problemas. Y aquello degeneró en la peor plaga de todas.

Sin embargo, los más viejos del lugar aseguraban siempre que en Verde se vivía mejor que en la Tierra. Pese a no haber discriminación ni por el agua, el color de la piel, el sexo de sus seres o la religión, el autismo social, nos ha condenado a una muerte lenta e inexorable. La luz de la estrella recogida en Acróstico será la salvación.

Sin embargo, y mientras duran mis dudas, una reconfortante ducha con mi vagina criogenizada, me hacen últimamente más llevadero el tiempo de esta misión.