Mordor

Cuando alcé la mirada hacia la luz, vi que era la bombilla de mi flexo; sentí calor alógeno; extendí las palmas de mis manos. Me encontraba sobre una superficie rugosa, sin saber exactamente mi situación, ya que percibía un ligero balanceo.

Giré mis ojos; los llevé hasta el vértice derecho que forman el final de los párpados y observé inmóvil como flotaba. Estaba sobre un recorte de sobras de mi lapicero y navegaba a la deriva. Al mirar a la izquierda vi el borde del vaso de agua de mi escritorio.

Sobre él, una señal luminosa decía: bienvenido a Mordor.