Mi ojo izquierdo

Tuerto casi de día; ampliamente ciego durante la noche.

Mi ojo izquierdo es así de lento y escaso. Decidió, antes incluso de que naciera, ser más lento que ese caballo que siempre montaba El malo. Debía ser muy malo. Malísimo. Bien podría servir -mi ojo- como adorno para un pirata o un loro disecado. Dicen que el hombre -género humano- tiene tres ojos. En mi caso, no llego a los 2,5 y a veces, me resta tanto, que ni el braille, ni el word… Una pura perrería de ojo.

Mi ojo izquierdo querría ser, hijo de águila, sobrino de buey o simplemente, amigo de un pez. Sin embargo, bien podrías pasar -querido ojo izquierdo- por pariente cercano de la tapa de alcantarilla, el tapacubos de un coche o el tapón de la cocacola que, tú dulce lector/a,  te tomaste ayer.

Es decir, que Pepe Leches, tenía, entre sus dos ojos, una vista más aceptable que la que me muestra mi ojo izquierdo. Pobre Guarda. Éste tenía una chaqueta que era perra como ella sola. Pues a ésta también le gana, mi ojo izquierdo, claro.

Y si fuera Zerolo, hasta tendría orgasmos -¡democráticos!- con él. Pero he de aguantarme sine die a no ver más allá de donde se me acaba mi aparato olfativo para imaginar que hay en esta realidad, que todo lo embarga.

Mi ojo izquierdo me tiene marcado. Por eso miro a ese lado y sin embargo, allí, nunca veo nada.