10
2008Estallar
La lluvia no cesa. Me repliquetean las gotas. Miles de chinchetas de clavo largo taladran, una y otra vez, mis parietales. Me queda menos vida que la que tiene un hilo al penetrar por el ojo de una aguja. Llevo dinamita en el cráneo.
Cuando el próximo viandante que se acerque a mí, activaré el detonador que llevo prendido en mi oreja derecha y estallaré. Me gustará ver, no sólo las tripas del sagaz paseacalles, si no qué color tiene mi cerebro esparcido por esas baldosas que sirven de pulidoras a las suelas de los zapatos.
¡Qué triste hablar sólo con ellos! Nunca me dí cuenta hasta ahora. Mejor; ahora, además, sabrán a que saben mis células grises.
Una vez ya lo hice; estallé mi cabeza entre aquellas piernas. Y ella, nunca más volvió a decir nada. Ni tan siquiera a gemir.
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