Corazón de paja

Las escamas metálicas comienzan a desprenderse, poco a poco, de mi piel. Los pasos, aún inseguros, van dejando el sendero de un caminio trazado, una y otra vez, por flores cortadas. Sin embargo, mis manos son capaces de acariciar esas  flores que permanecen enganchadas a sus tallos.

A veces, inmóvil, con el corazón de paja, simulo ser un espantapájaros.

Otras, sentado, simulo ser simplemente un ser dotado de razón. Razón para un corazón de paja que arde sin apenas mecha por las aceras humeantes de una ciudad, una ciudad cualquiera, sin nombre, gemela al resto de las ciudades sin nombre. Edificios grises para preñar espacios cuadrados con semen de cemento.

Y arde la ciudad; y yo, tantas veces espantapájaros, me quemo en ella.