Ridículo

Anoche soñé que venías a hablar conmigo. Al acabar nuestra conversación supe lo ridículo que soy, lo inexistente; sé que soy invisible. No te gusta nombrarme para evitar que sea.

Y pese a que yo te supliqué que dijeras todas y cada una de mis letras, estas palabras, vinieron a morir en el acantilado que guardas entre tus dos pechos. No llego ya ni a suplicar en el desierto.

Ahora, despierto, después de que la noche ha dejado paso al día, después de que lo irreal cede su puesto a lo real, No sé si anoche lo que soñé era.  Y era porque esta mañana seguía siendo es.

Soy ridículo porque en sueño o en directo, para ti, mi nombre no es.