Llevo días pensando si escribir algo sobre esto o no. Pero hoy creo que es el momentazo. El tema es la famosa demanda que Telma Ortiz y su pareja Enrique Martín Llop, es decir, dos seres tan desconocidos como mi abuela en Madrid, han interpuesto ocntra la tira de medios de comunicación: 50. El objeto: preservarse con un preservativo informativo.

Lejos de no aceptar como legítimos sus intereses -sale aquí mi vena de letrado-, conviene recordar que Telma Ortiz ha coqueteado con los medios de comunicación cuando le ha venido bien. Por ejemplo, el día en que presentó ante la prensa en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (o sea como mi abuela) el libro Peter, el niño soldado, o cuando declaró a una revista al ser preguntada por un supuesto romance con Alberto de Mónaco: «Estoy soltera y sin compromiso». La abogada de La Sexta Televisión, recordó, por ejemplo, que Ortiz y Martín Llop hicieron uso de sus influencias para inscribir a su hija en el Registro Civil de Madrid en plena huelga judicial o que Telma Ortiz, es decir,  la hermana de la princesa de Asturias entró al juzgado por la puerta trasera, cuando los letradose lo hicieron por la principal y pasaron por el arco de seguridad.

Estos chicos desconocidos, piensan que somos, los españolitos desconocidos,  redomadamente gilipollas, porque, además, mantenemos a su hermana y todos los boatos a los que ella, la desconocida, cuando le ha interesado, ha ido. Creo haberla visto en el papel couché más que a mi abuela… ¡ésa gran desconocida!

Tiene una careto de hormigón armado. Y en este caso, además los medios, llevan razón.

Aquí pagamos impuestos y mantenemos a una institución tan arcaica e inútil como es la Monarquía. Y ya que yo no puedo elegir a mi rey (bueno, sí, tengo dos en casa) al menos, tengo derecho a comprar (o no) una revista en la que si a la desconocida hermana de la futurible reina de España,  se le ve el hilo del tanga, se publique.

Es, querida Telma desconocida, la insoportable levedad de ser… famosa.

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¿Has leído el libro Ellas… mi liblog?