El poder del azul

No es cuestión de que le robes el color al mar, al cielo o a una témpera; no es, además, obligatorio que los envuelvas con los colores de una sábana, una bandera o una servilleta; tampoco es necesario que te los pintes con lápices, acuarelas, titanlux o rotuladores.

Ese color, el de tus ojos, es eso: color de ojos. El azul.

Tal vez habría que avisar a los pintores para que todos los edificios fueran así, de ese color, las portadas de los libros, las flores, los semáforos, la señalas de stop, las de dirección prohibida, las banderas comunistas o los billetes de un dólar.

Un color universal, que por más que uno mira, no se desgasta con el paso del tiempo, porque permanece invariable… en tus ojos.