15
2008Presidio
Ayer no lo pude evitar. Tenía que hacerlo.
Al final del largo pasillo que nos lleva al comedor, aproveché la oportunidad que estas cuatro paredes, a veces, te dejan disfrutar, sin pagar precio alguno. El vigilante más alto, McKerry, estaba absolutamente despistado, revisando una y otra vez, el final de su porra negra. Negra y redonda. Desde la fila, se le veía como dirigía sus ojos a aquel instrumento con una mirada lasciva. Era evidente que las noticias que recorrían el módulo 18, podían ser ciertas.
Ayudado por John «bad» Poe, al llegar a la altura de McKerry, armamos una montonera. A la cita no faltaron ni Billy Kane, Kid Malone o el mismísimo «King» Sting. Intervino McKerry soltando porrazos a diestro y siniestro. El incidente estaba controlado en menos de dos minutos.
Por la noche, ya en la celda, saboreaba mi victoria. La foto de Helen Semen, la mujer de McKerry en el corredor de los baños, era cierta. Existía.
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