Una de Expo

La semana pasada, en esas idas y venidas a la siempre visitable/recomendable ciudad de Barcelona, tuve la ocasión de detenerme en ExpoZaragoza… o la Expo del agua. A la de Sevilla, en 1992, fui con mis padres. A la de Zaragoza he ido con mis hijos. 16 años. Ya nada es igual. Ni siquiera las expos.

Primer dato: La de Zaragoza es más pequeña que la de Sevilla. No lo sé con datos objetivos, pero fue mi impresión. Regreso a la Isla de la Cartuja, en Sevilla,  con bastante frecuencia.

Segundo dato: una reflexión ¿qué sentido tienen estas celebraciones?

Tercer dato: El día que estuvimos, no había mucha gente; tal vez los precios demasiado caros (desde 21 a 35 euros por día).

Cuarto dato: los niños se quejaban de que, siendo una Expo del agua, hubiera tan pocas fuentes para beber.

Quinto dato: los pabellones con audiovisuales, los más visitados y con colas. Por eso no pudimos entrar en Andalucía, Alemania, Kuwait, España, etc. Sí lo hicimos en Marruecos, Emiratos Árabes, Japón, Africa subsahariana (excelente el de Sudáfrica), China, Grecia, Dinamarca (contaza de café inolvidables), Países Bajos, Euskadi (ingenioso lo de los paraguas), Túnez, Galicia, Asturias, Cantabria… etc. Tampoco la jornada con tanto calor, daba para mucho más.

Sexto dato: los voluntarios, un diez. Siempre pendientes de todo. La organización también. Obtuvimos nuestras acreditaciones sin problemas – no quiero acordarme de la Berlinale-.

Séptimo dato: Nos encantó el Pabellón Puente. La exposión y las continuas llamadas de atención sobre lo que estamos haciendo con el Planeta. Una excelente lección para nosotros y un camino acertadísimo para los más pequeños.

En resolución: lejos de seguir dando detalles, a mí me causó una buena impresión. Agradable e interesante. Es obvio que en un día no es posible verlo todo, pero ir a Zaragoza bien merece esta Expo o un buen puñado de amigos.