19
2008*Desde anoche
Ignoro en qué fase estoy. He ingerido una cantidad indescriptible. Me está afectando de forma irremediable. Es lo que deseaba.
Anoche, en un ataque de cordura, decidí poner fin a la existencia de aquella barrera que tanto impedía poder tener contacto con el más allá. Era imprescindible llegar. Penetrar. Explorar. Sin embargo, el tiempo, una y otra vez, se empeñaba en mostrame que jamás podría llegar a mi destino.
Armado de valor, me dirigí al centro de aquella destartalada habitación. Un enorme espejo provocaba el efecto óptico de duplicar la estancia. Debajo de un enorme trozo de mármol blanco, se hallaban las estanterías. Recogí aquel cilindro multicolor. Portaba ya desde el salón, aquel alfanje que había robado en mi última visita a Bagdad.
Regresé sin más dilación al dormitorio. Ella dormía. Le susurré al oído: esto se acaba. Ella, inmóvil, persistió en su postura. Envuelto en una locura que me blanqueba la visión, tomé por la cintura a aquella almohada; la coloqué con ternura sobre su nariz y boca.
Comprobado que ya no respiraba, conseguí extenderla sobre la cama. Apliqué aquella espuma suave sobre su monte de venus. Poco a poco fui rasurando su sexo. Casi media hora más tarde, todo su vello púbico estaba depositado en una toalla. Regresé al baño. Lo lavé con cuidado dejándolo secar sobre el radiador del pasillo.
Desde anoche, me drogo con su vello cortado para sentirla dentro de mí.
*Relato presentado al I Certamen de relatos de depilación
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