Insomnio mental transitorio

Diario IDEAL 3 marzo 2010

La otra noche, mientras sufría un ataque de insomnio mental transitorio -¿existe algún insomnio que no sea mental?- me puse, en vez de a contar ovejitas, o cuánto le debo al banco, o lo que dura una erección de un cuarentañero, me dio por repasar nombres de actrices y de sus ‘protas’. Y me vinieron a la cabeza rápido dos, que por ser dos, merecen ser citadas por independiente. Se trataba de Catherine Tramell, aquella señora – ¡y qué señora!- que puso de moda ir sin bragas a la comisaría -Marta Chávarri ya lo hacía en las fiestas- y Carolyn Polhemus, la abogada sensual que abusaba de su poderío sexual a las órdenes de Alan J. Pakula metiendo a Ford -Harrison- en un lío de familia de los que pasan con frecuencia cuando uno ‘se deja de llevá’ por las bragas de la compañera de curro.

Con bragas o sin ellas, Catherine y Carolyn me ayudaron a conseguir dormir, no sin antes acordarme del papel de otra bella actriz, venida a menos por el alcohol, llamada Kelly McGillis, que nos pusiera los dientes largos en la ‘motaka’ de Tom ‘Gun’ Cruise o bailara al calor de una radio de los cincuenta, en plenos años noventa, con el re-citado Ford en ‘Único Testigo’. Y de Kelly, salté a Kathy Bates, la espectacular malísima de ‘Misery’; de allí me fui en busca de la Reina de África y me enamoré de otra Katharine, esta vez Hepburn, la chica lista -que no la fulana- que se quedó con el avispado de clase llamado Tracy de apellido. ¿Sabes quién viene a cenar esta noche? Sí, claro, otra Kathleen apellidada Turner -como el capitán de los piratas caribeños- que hizo sudar al rubito Hurt porque tenía fuego el cuerpo y sus pechos turgentes sudaban tela en aquellas noches tórridas en las que todos pensábamos en cómo le quitaríamos las bragas -otra vez- a la rubia explosiva.

Pero llegó Kim que se rompió la camiseta delante de Rourke que coleccionaba trajes negros y camisa blancas – y yo que quería ser como aquel chico-. Tupé, acciones, broker, trajes, risa pícara y una ‘rubiaka’ de escándalo con la que montárselo en plan ‘you can leave your hat on’, mientras que tu rostro sólo apuntaba a granos pajeros. Me aplaqué el fogatín del bajo vientre pensando en la Jenny ‘forrestgumpiniana’.

La verdad es que ahora escrito, esta forma de conciliar el sueño es complicado. Recordar nombre, pelis, directores, escenas, bragas sí, bragas no, etc., es un ejercicio mental adecuado para prevenir otras enfermedades más jodidas -por desconocidas- que hacen referencia a la fritanga de células que se lía en tu sesera, de repente, un día por no sé qué extrañas razones. Por eso hay que ejercitar las células grises y la próstata, que sé de buena tinta lo que pasa por una y por otras razones. Desde luego, pensar en actrices por la noche, mientras que no te puedes dormir, no sé si ayudará; pero llegado un momento lo consigues y sueñas con ellas. Yo soñé el otro día que iba en una velero blanco con la chica de los pies perfectos. Una rubia perenne en mi pensamiento que bien podría ser una actriz o la cajera de una gasolinera perdida en la Mancha. Un día me analizaré; me sentaré en un diván y pensaré por qué todos los nombres anteriores, salvo el de la Herpburn o Bates, corresponden a blondas chicas. El efecto Katia me dura aún.

Pero antes de dormirme me dio una subida de testosterona y me acordé, antes de pasar al ‘morfeico’ estado, de un nombre-hombre de cine que te acojona sólo al oírlo: Máximo Décimo Meridio. ¡Te cagas! Y me dormí.