Largo, largo, largo

Diario IDEAL  7 abril 2010

‘Un viaje de diez mil kilómetros empieza por un solo paso’ es lo que dice un viejo proverbio chino de esos que te ayudan a convencerte de que se puede salir de la caja de la nada, la cajita, que según los expertos, tenemos los hombres (masculinos) para poder justificar nuestras pajas mentales mientras que ellas realizan varias tareas a la vez sin tropezar o trastabillarse.

Llevo varias semanas instalado en la caja de la nada. No medito como me sugieren, ni descanso la mente como me piden. Sólo he dado el primer paso para un viaje que no sé si tendrá diez mil kilómetros, pero que desde luego será largo, largo y más que largo.

Tras unas vacaciones de relajada y contemplativa respiración marítima, he vuelto a toparme con los viejos fantasmas que viven en mi interior. Y sobre todo, en mi exterior. El apagón analógico nos ha venido genial porque hemos estado todos estos días sin televisión así que, con los que me rodeaban, hemos hablado, conversado, reflexionado y reído mucho. Sin embargo, al regreso, los fantasmas estaban esperando como ese viajero que se para a mear para contemplar como lo adelanta su competidor. Los fantasmas además ya tienen nombre, y si además, se nos ocurre ver por la TDT algunos de los programas de nuestros paisanos por el mundo, nos daremos cuenta de que vivimos en el paraíso de la corrupción, el caos y sálvese el que pueda que yo me llevo la pasta gansa para que tú, ‘pringao’, engroses junto a otros cuarenta mil, las colas del paro. Los fantasmas del exterior ya no llevan cadenas. Ahora visten de traje y tiene mujeres que gastan millonadas en brillo y ostentación. Justo lo contrario de un buen lord inglés que presume de su decadencia mostrando sus ropajes algo desgastados y los puños y cuellos de sus camisas roídos por el tiempo. Es el glamour de la decadencia, de lo que pudo haber sido y no fue; de la dignidad de saber llevar una chaqueta sin que se te note que, antigua, vivió mejores momentos que los actuales donde triunfa la horterada brillante. Lo hacía Wilde, dejando a sus lacayos que antes de estrenar nada, lo rodaran. Y así son los ‘british’. Y si te vas a Dinamarca te dirán que allí no hay dinero ni trabajo en negro, y si eres empresario o padre/madre con hijos, pese a tener los impuestos más altos del mundo, vives bien y se te respeta. Y si pasas a Holanda verás que como no hay nada que ocultar, no hay cortinas en las casas, que el paro apenas llega al 4% y si encima practicas deporte, tienes ventajas fiscales, por ejemplo. Y si decides irte a Australia no hay ni prensa ni televisión amarilla. A estos fantasmas exteriores ya los conozco y en ocho horas de atasco de Almería a Madrid los fui reconociendo, otra vez, en boletines informativos.

Sin embargo, hay unos nuevos fantasmas que han venido a visitarme. Los de la caja de la nada. Nada por aquí, nada por allí. Y a estos no los conocía. Son interiores y muy peligrosos porque tiran de donde no se puede estirar más: las tripas. He tenido mareos y vómitos; y ganas de coger una pluma y un papel e irme a escribir poesía a la Puerta del Sol. Es lo que me piden ahora los diez mil kilómetros de este recorrido. Uno nuevo. Uno cada día. Por ahora, caliento metido en mi caja de la nada, intentado sacar lo que hay dentro para volver a llenarla de nada. Así se explica el origen del Universo. No sé si conseguiré explicar mi origen, pero al menos, un primer paso es siempre el comienzo de unos diez mil kilómetros. Mi coche –y mi riñones- ya tiene más de trescientos veinte mil. Otro pasito.