Once in a while

Pegas la barbilla contra la tija mientras los números cambian al son que marcas. Derceha, izquierda. Arriba, abajo. El pespunte blanquecino lo vez pasara ritmo endiablado pegado a tu costado mientras que una gota de sudor cae por el lado derecho de tu frente. Se detiene en la ceja. Pero la salta. Al llegar al ojo, la sal hace que llores. No quieres levantar la vista. 48km/h en llano. Sudas. Tu corazón sube a más de 170 pulsaciones. Das pequeños saltitos sobre el mini sillín que lleva casi veinte minutos taladrándote la próstata. Las rodillas, al subir, casi dan contra tu pecho. Hombre y bicicleta son una sola cosa; fundidos.

Pero once in a while, al levantar la cabeza, las endorfinas chutadas al cerebro en cápsulas de 500mm  te hacen ver en la cuneta a aquella chica que un día se vio obligada a parar por un pinchazo. Y tras pedirte ayuda, tu olor a sudor y la sal de la frente le hacían decir: tu bomba es la bomba. ¿Me inflas?… los labios.

*Foto: Claudia Colucci Cacau