12
2010En tiempo real
Es curioso cómo he nacido. Surjo de un apretón. De un ritmo desenfrenado del motor que manda señales eléctricas a la azotea. Y mi creador, tan humano, tan silente, tan vagabundo. Pero a veces, pese a pedir a cambio de dinero, un favor, vuelve a su hogar, se asoma a la salita de la costura y pide un rato de compañía. Es lo que tiene el sexo de mesa camilla. Dejas el hilo y la aguja, con tanta vida, y el visitante y la costurera, se transfiguran en ojo de aguja -ella- y en fino hilo -él- para engendrarme. Nazco varias veces a la semana y caigo a una velocidad, aún desconocida. Vida y muerte en un mismo acto.
Si alguien, en tiempo real, computase cuánto tarda una gota de sudor -como yo- en nacer y morir despeñada por la espalda de mi creador, tras un orgasmo, ganaría un Nobel. Estoy cansada de ver siempre al final de mi camino, una larga e inacabable oquedad negra.
¿No decían que, en el tránsito hacia la muerte, se ve una luz blanca en el túnel?
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