You’ve got the love

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Diario IDEAL, 15 junio 2011

El pasado jueves cuando afrontaba mi entrenamiento diario, pensaba en cómo enfocar esta columna. Insisto: ya sé en qué pienso cuando pienso que corro. Y es que me acababa de enterar que el destino había dado un giro, no por menos esperado, en la vida del padre de mi amiga Susana. Esa misma madrugada del jueves al viernes, se iba de esta vida. A esas horas -cuando entrenaba- no sabía que el desenlace llegaría tan rápido, pero por la voz de Susana sabía que la agonía no dudaría mucho. La mañana del jueves decidí de qué hablaría hoy en esta ventana en la que, la familia de Diario IDEAL, me deja asomarme cada semana, no sin algún dolor de cabeza, tirón de orejas o dresople tipo ‘¡Ortega te has pasado!’, para hablar casi sin levantar la voz.

No he perdido a mis progenitores. Pero ellos sí han pasado por ese trance tan vital como el nacimiento de un hijo o un nieto. Más de una vez lo he dicho: la muerte como la vida, son caras de la misma moneda. Sin embargo reconozco que un inmenso vacío se debe sentir cuando la conjunción de elementos que provocó que tú llegaras a este mundo decida prescindir de uno o los dos artífices del citado hecho. Y ese vacío debe generar silencio. Pese a este recogido e íntimo silencio, también he dicho -respetando a los creyentes- que yo estoy firmemente convencido que no hay nada más allá. El cerebro desconecta y todo se apaga. No obstante, aquí es donde ahora asoma la luz; nosotros somos el mejor testimonio de que nuestros progenitores pasaron por esta vida. Su carga genética es su herencia, una herencia irrenunciable. Y su memoria, una forma de ser en vida diferente, pero real al fin y al cabo.

Por eso el jueves pensaba en Susana y en cómo miraría a sus ‘webojitos’ y le diría: recoge lo mejor que tu padre ha sabido darte y transmitirte, que será bueno e infinito, y compártelo con todos los que te rodean. Eres el mejor testimonio de que él estuvo aquí.

Y ahí es cuando el amor, por ejemplo, surge, nace o se hace absolutamente indestructible. Pese a todos mis desvaríos literarios, creo en la bondad natural del ser humano. Por eso creo también que gran parte de nuestra carga genética es el amor que hemos recibido de nuestros padres. Es por ello que cuando nosotros lo somos, así se lo trasmitimos a nuestros hijos. Pese a relaciones tormentosas y difíciles, todo el mundo recuerda, al menos, una vez, un gesto de enorme amor de su padre o su madre hacia él. Ésa es la clave. Recordar siempre lo mejor que se nos otorgó, ese indiscutible e irrenunciable marchamo que nos obliga, incluso, a ser mejores que nuestros padres. Siempre en amor.

Ahora que toca despedir a seres queridos, quedémonos así, en silencio, pero recordando y practicando lo mejor que nos enseñaron. Seguro que nos permitirá ser un poco más felices y poner en práctica lo que un día, casi sin pretenderlo, ellos nos transmitieron. Es la mejor lección, es el mejor testimonio, es la mejor forma y la más humana de saber que estamos aquí porque un día, precisamente, fue el amor lo que nos creó.

Hoy Susana y todos los que creéis que os habéis quedado huérfanos pensad que desde ese momento la capacidad de amar se habrá multiplicado. Sois los legítimos herederos de todo lo bueno que se os ha otorgado. Es una nueva forma de nacer.

Por eso si Sometimes it seems the going is just too rough / you’ve got the love I need to see me through... a veces parece que todo va demasiado áspero / tú tienes el amor que necesito para salir a flote… lo dice Candi Staton.