*Espaldaka Road vs Anchouing Jones

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Diario IDEAL, 6 julio 2011

No cabe ni un alfiler. Las entradas están agotadas desde hace varias semanas. En la prensa no se habla de otra cosa. Algunos incluso tiran de la mítica saga de Rocky para comparar el evento que, en pleno siglo XXI, ha puesto patas arriba a la prensa deportiva y a la del corazón -la rosa-. No en vano ambas contrincantes desean ser las reinas del ring.

Hace tiempo que se vienen siguiendo mutuamente. Sus respectivos ojeadores no faltan a un combate de la contraria e incluso se habla del juego sucio de la pasta o de la guerra de maletines. En esto siempre ganan los esbirros de Anchouing Jones que, además, cuenta con una buena cohorte de aduladores que te zarandean en público a la menor ocasión si se te ocurre hablar lo más mínimo sobre el porte de sus huesitos.

Por el contrario, la red que teje Espaldaka Road se forjó en aquellas largas jornadas en que daba una y otra vez, vueltas y más vueltas, en la piscina cubierta de su pueblo natal donde, por ser hija de carpintero, gozaba de una beca. Aquella beca y su gusto por el agua, la llevó a forjarse un futuro como nadadora. Y allí nació la leyenda de Espaldaka que, gracias a su nuevo manager, le añadió Road en honor a la pista de atletismo que él usaba a diario conocida como Princess Road.

En realidad ambas querían ese título. Colgarlo en su cuarto, en su pecho y hasta tatuarlo en las ingles de sus respectivos compañeros. La verdad es que en este punto debemos indicar que ellos, siempre a la sombra de ellas, carecen del más mínimo gracejo… ambos como muñequitos de primera comunión jamás consiguieron eclipsar a las luchadoras.

Esta noche es una gran noche. Se habla incluso de la presencia de poderosos hombres de negocios, mujeres que tejen los hilos de las relaciones influyentes y hasta políticos corruptos que adornan los bolsillos de sus chaquetas con carteras realizadas con girones de piel de reptil, muy de la moda sureña.

Ambas, en el ring, lucen a su manera. La verdad es que el comentarista se detiene en medir las dimensiones de las aspirantes. Espaldaka Road gana por goleada a Anchouing Jones, pero ésta se las sabe todas desde que impone su criterio en el gimnasio que ya lleva su nombre.

En sus respectivos rincones, una luce top plateado y tanga rojo. La otra, entera de blanco, ya escupe en el cubo que su ‘esparring’ le ha colocado. El árbrito las llama al centro. Ahí van. Sin pestañear. Marcando ambas ‘cameltoe’, se tensan ante la presencia de la contrincante. Suena la música. Se dejan caer millones de trocitos de papel plateado. El cuadrilátero se preña de un extraño ‘collage’ platinado. El juez hace como que presenta… o lo intenta, porque en décimas de segundo Espaldaka Road ataca a Anchouing Jones; ambas caen en la lona con tal estrépito que se hace un sepulcral silencio en el Hundred Pabillion. Un silencio tan intenso que los espectadores empiezan a sangrar por sus oídos. Es el odio de las contrincantes. Es la envidia de las aspirantes. Es la esencia de la competencia entre dos casas que quieren quedarse con el cetro de la hegemonía del ‘couché’. Pero nada de eso va a ocurrir.

Desde esta posición ya he dado la orden de que un gran ‘tomahawk’ caiga sobre el centro deportivo. Tal vez los daños colaterales sean inevitables pero desde mañana, la prensa rosa se refundará. Nacerá la prensa roja.

* Primera entrega de ocho mini relatos de verano.