07
2011Una torcedura de tobillo
Diario IDEAL,7 diciembre 2011
Hace tiempo que no nos vemos, que no nos llamamos; que no nos oímos y es posible que ya, ni tan siquiera nos amemos. La distancia, el olvido, recurrente binomio que a veces juega su partida y siempre apuesta a caballo ganador. Ahora, me entero, que andas encerrada en tu torcedura de tobillo. Mientras, me he agarrado a la cicatriz con mis zapatillas de gato esperado no volver a despeñarme por tu costado.
Hace tiempo que no te huelo y, sin embargo, sueño con tu olor. Y con esa cictariz que he decidido, una vez más, dibujar artificiosamente en tu vertiginoso costado. En esa cicatriz, agarrado a ella, no me sirven las zapatillas de gato. Esa cicatriz es como una circuncisión de tu costilla. Bisectriz angular de una mirada. Renglón torcido de las manos de Dios. Carretera de único sentido. Camino a perdición. Fisura en tu santo grial. Despiece de una pieza desperdiciada. Momento roto en el tejer de tu piel. Abismo comparable a tus labios partidos en dos ¿o en cuatro?
Y al tocarla, siento como la enorme carrera de tu media de nylon se ha tatuado de forma definitiva en ese costado. Para sangrar por la lanzada médica.
Descubro que tu torcedura de tobillo es ahora una excusa para no dejar que te escale, que sude junto a ti o que simplemente, llene de salado sabor a mar, el triángulo isósceles permanente que se encuadra en mi recuerdo.
El recuerdo es ese trozo de lienzo en el que se dibuja, de forma habitual, un deseo no cumplido. Y eso eres tú. Un deseo interrumptus. Un quiero y no puedo porque te gusta andar descalza y el suelo está tan frío que decides permanecer encerrada. Dices que por una torcedura de tobillo. Y yo te digo que no sales porque tu cascarón de nuez es tan frágil que aunque yo quisiera no podrías navegar por mis venas buscando la famosa isla donde naufragar. Allí no podrías ni nadar ni correr. Ni con tobillo torcido ni con tobillo recto.
Esta, hoy, es mi carta; una carta que bien podría ser enviada sin remitente, sin dirección, sin país de residencia; sin tan siquiera datos personales. Si hoy te escribo es porque sé que no me lees, que no me buscas, que no me llamas y que por supuesto nunca dices mi nombre. Por eso no soy, no soy en tus labios, no soy en tu cama, no soy ni en el reflejo de tu espejo. No soy porque has borrado las letras de mi nombre dejando el lienzo, una vez más, en blanco.
Y llegando la final, y pensando en tu torcedura de tobillo, y pensando en mi cicatriz, en mi no-nombre, en el espejo, en el lienzo, en casi todo lo que puedo ver, oír, tocar, oler y saborear, creo que volveré, que renaceré de tus labios en forma de un nuevo nombre, que una vez más, mojaré de sudor tus sábanas envuelto en una nueva piel y con el lápiz de labios que te robé la última noche que estuvimos juntos, de eclipse, pese a ser un nuevo yo, trazaré la cicatriz en tu costado para amarla y besarla, y borrada, abrirnos de nuevo al camino, a la senda. Tú delante. Yo detrás. Siempre contigo. Pese a tu torcedura de tobillo. Pese a mi cicatriz. Pese a quien pese.
Y por no ser pesado sigo siendo el ligero conjunto de letras que un día se coló en tu buzón para nunca salir.
Por eso te pido hoy que no cantes return to sender.
*Foto: Karlie Kloss, el cuerpo… por Vogue
Comentarios recientes