Redux, el horror

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Diario IDEAL, 21 diciembre 2011

Era 1979 cuando se estrenó la peli en USA. Apenas tenía diez años de edad, pero recuerdo perfectamente la cartetelería en los aledaños de la calle San Clemente con aquellas letras sangrantes, con ‘mayores de 18 años’, y muchas referencias en la todavía España de las dos cadenas. No sé si era 1979 ó 1980 porque por entonces las películas tardaban hasta 6 meses en estrenarse en España. Nada comparable con la actualidad donde los estrenos son a nivel mundial el mismo día, salvo los pre-estrenos. Ayer volví a ver en versión extendida de 2002, una de las obras maestra del cine contemporáneo. Una ‘road movie’, en versión río arriba, con un inicio en el capitand Willard (Martin Sheen) y fin en el coronel Kurtz (Marlon Brando).

La proyección de La Sexta 3 nos regaló casi 45 más de metraje con escenas antes nunca vista. Yo no las había visto, desde luego, y me sé de memoria la versión de 1979, acompañada eso sí, con la banda sonora de The Doors, que hace el ambiente más angustioso y húmedo que se recuerda en la gran pantalla.

‘Apocalypse Now’ es un momumento del séptimo arte. F F Coppola crea un subuniverso alrededor de la Guerra de Vietnam que, 30 después, sigue estando vigente. Es la grandiosidad de estas obras maestras. El tránsito hacia la desesperación humana toma su rostro en la figura del decadente Brando que borda un papelón sin que ya nadie pueda definir mejor ‘el horror’ que él. Nada de lo que no pase en Ciudad Juárez, por ejemplo. El río es testigo silencioso de un Sheen que, abandonado a su suerte, se convierte en un terminator ejecutor y redentor de la locura creada por Kurtz en Camboya.

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El sexo, los negocios sucios, la ambición personal, la megalomanía, quedan perfectamente reflejados en este film de visión bíblica de la decandencia del ser humano en pleno siglo XX con proyección en el XXI. Por descontado, no se nos podrá olvidar jamás la locura surfera del coronel Kilgore interpretado por un inmenso Robert Duvall -¡Qué delicia oler napalm por la mañana! – que le da al personaje ese toque musoliniano, proyectado con esa singular mezcla de fanatismo facistoide, chovinismo americano, mesianismo wagneriano y compasión estalinista con el enemigo.

Hablé de esta película hace unas semanas a unos alumnos de Secundaria, pero no la conocían. No cocían al director, a los protagonistas, y ni mucho menos al grupo icónico que pone la banda sonora al espejo roto de la pensión húmeda en el que Willard ahoga su desesperación. Es una pena. Nadie debería dejar de ver esta obra maestra. El cine, como la música, son para el escritro parte de su realidad. De la realidad que ve y oye. Es otro eslabón en su machihembrada genética creadora. No puede resultar ajeno a él. Por eso me gusta tanto el cine. Y este cine, mucho más.

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Aprovechemos la fechas que se nos vienen encima para aprender la gran lección de este profético alumbramiento cinematográfico. En realidad, el hombre, es el horror. El gran creador del caos, de la locura, del fin, de la destrucción. Hay demasiado ejemplos de ello en nuestra vida cotidiana desde el que estrangula a su pareja, estafa al contribuyente o alaba al señor dinero por encima de todas las cosas. Es el horror. El horror.

Es tiempo de reflexión y de reencuentro. Un año más está apunto de desaparecer. Y tenemos que seguir navegando río arriba. Me quedo con el deseo de poder seguir mirando a la prójima, pese a esta miopía.

Por eso, descansa querido lector en una playa en la que, aunque caigan bombas de napalm, encuentres tu ola perfecta. Durante ese tiempo que navegues sobre ella serás feliz. No lo olvides cuando caigas. Siempre se puede ser tan feliz como en esa fracción de segundo. Es cuestión de practicar. Que lo disfrutes.

¡Feliz Navidad!