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2012Mi lengua, ¡al bolsillo!
Diario IDEAL, 27 marzo 2012
El pueblo ha hablado. Los que creemos que no hay otra forma de gobernarse, debemos aceptar y acatar las decisiones que toma el pueblo soberano aunque ésta sea aupar al gobierno, por ejemplo, a un partido ‘nazionalsocialista’. Pese a sus consecuencias, si es lo que desea el citado pueblo soberano, hagámoslo. Por eso, tras las elecciones de este pasado domingo no me queda otra solución que meterme la lengua en el bolsillo. He predicado en el desierto. He gastado de forma inútil, creyéndome que a través de esta columna podría aportar algo de luz a la situación actual y la respuesta del pueblo soberano ha sido colocarme las orejas de burro y dar por zanjada mi pretendida y pretenciosa idea de que Andalucía sea liberal. Nada de eso. Ya pasó 1812.
Aquí y ahora, toca envainársela. Lo acepto. Lo admito. He hecho un ridículo espantoso. Albergaba la esperanza de que, al menos, se abriesen las ventanas. Pero sin duda, la región con más paro de toda Europa que ha condenado a un 55% de sus jóvenes a no tener empleo, ha optado, dándome una patada en el culo, por los herederos de Marx y los bisnietos de Lenin y Stalin. No seré yo quien quite ni un ápice de legitimidad a estas elecciones. De hecho, en la misma noche electoral, conocidos los resultados, pedía la inmediata dimisión de Arenas, a través de Twitter (#Arenasdimision). No va más. El PP ha sido el gran derrotado -van enésimas-, en esta región. Esta vez, además, ha sido la derecha la que no se ha movilizado. Si es que los tópicos típicos peperos no aprenden.
En esta ocasión me ha pillado lejos; muy lejos. Con las maletas hechas. Bien hechas. El pueblo soberano ha decidido que quien deba o quiera trabajar deberá hacer eso. Hacer las maletas. No seré yo quien vuelva a quejarse de la situación: cada pueblo, en democracia, tiene los dirigentes que se merece. No volveré a criticar, justa o injustamente, a aquellos que, aventajados en su posición de poder, usan adjetivos calificativos partidarios para meter en la misma y sesgada visión ideológica a todo un pueblo, provincia o ciudad. Jamás. Es lo que hay y yo, muy avergonzado, debo reconocer que soy y me siento de la inmensa minoría que cada día sueña con poder cambiar esta sociedad desde el trabajo sin cesar, sin ayudas públicas, sin ventajismos políticos ni colaboración del poder. No volveré a hablar del ‘régimen’. Andalucía, democrática ella, con su pueblo soberano, ha decidido que todo siga así. El pueblo ha hablado. Y yo, mequetrefe, gota en el mar, grano de arena en una playa de Cádiz, me tengo que callar de una puta vez porque, es así, lo que digo o predico es una inmensa gilipollez cargada de ilusión inepta; ideas neoyorquinas de sibaritas de Wall Street que aquí no sirven para nada porque me piden que me las pire por donde me vine. Soy de esos que ya cree que, hablando el pueblo, uno debe morderse las uñas, para no volver a pronunciar palabras necias, incluso pornográficas.
Ahora que el pueblo ha votado y hablado, se vestirá de limpio y asistirá a procesiones a ver a sus santos y santas; irá de comuniones, bodas y bautizos a llenar iglesias y bares, en esa ceremonia de la confusión que es Andalucía, donde todo vale, porque pasar, lo que se dice pasar, no pasa nada.
Me llevo el óscar al peor tiempo invertido de la historia. Y como digo, debo, debo, debo hasta de callarme. La lengua está en mi bolsillo. No la volveré a sacar de paseo. Aquí en Jaén, la coalición ya sabemos lo que generó, trajo y dejó. Ahora le toca a Andalucía. Pero como es lo que los andaluces han querido, que así sea. Por eso sólo gastaré un segundo más en decir que no iré a la ‘huelga sindical’. Pero no sirve de nada. El pueblo soberano es así de caprichoso.
Enhorabuena a todos. Y yo me callo.
*Foto: Barbara Traub
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