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2012El cuento de la aguadora
Erase una vez que se era que la mañana pintaba tórrida. Calor y más calor. María Boti Josdamor pensó que debía salir a ofrecer lo que más le sobraba a ella. Con un pozo enorme y con aquel calor, podía mejorar sus finanzas personales vendiendo refresco al vecindario.
Ni corta ni perezosa comenzó a pensar mientras que lanzaba la cuerda con su cubeta a ese agujero negro y profundo que había en el pozo de su casa. Subía y bajaba el cubo. Uno, dos, tres. Sudando, pensó, una vez más que con aquellos cubos seguro ganaba unos reales muy bien ganados.
Llenos sus cubos, sudando aún más, se dispuso a pasar casa por casa ofreciendo el refrigerio líquido. Al llegar a la plaza mayor, oyó un enorme revuelo alrededor de ella. Griterío. Mucho griterío. De repente, algo puntiagudo y muy duro golpeaba su cabeza. Una enorme piedra manchada de sangre yacía en el albero.
Al recuperar el sentido, estaba entre las rejas del calabozo municipal. Su boca seca y salada intentaba recuperar el aliento.
El guardia, vigilante, la vio y se acercó a la jaula. Voz cortante y ruda: ¡nena, otra vez, cuando quieras vender agua, te tapas!
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