Misóginos de regreso al armario

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Diario IDEAL, 12 septiembre 2012

Este verano contemplaba atónito como mis hijos se sentían desconcertados al ver a las ‘mujeres sombra’, como denominamos a esas personas que, secuestradas tras unos ropajes negros, apenas si se atisban unos ojos tras ellos, dejan de ser cosa incluso, para ser simplemente, una sombra. Espeluznante. Este caso, el de las ‘mujeres sombra’ me parece el acto de misoginia más atroz que puede realizarse en público. Es incomprensible un acto de tal odio hacia la mujer que reduce su existencia a una mera sombra. Son actos de salvaje misoginia aquellos que amparados en no sé qué clase de religión, producen un dolor inimaginable a la mujer cuando sufren la ablación. Y así podríamos seguir desgranando, uno tras otro, ejemplos humanos de odio hacia un sexo, por el mero hecho simple de serlo.

Pero sin embargo, cuando hablamos de esta enfermedad, tan antigua como el propio ser humano, pensamos que se ciñen a situaciones como las descritas con anterioridad, es decir, creemos que la paja está en el ojo ajeno y sin embargo, si atisbamos la gran viga en el nuestro. Y es que querido lector, el misógino habita entre nosotros. Grandes misóginos exterminadores ha parido el siglo XX como Stalin, Mao o Kim Jong il, que odiaban a la mujeres por encima incluso del odio que sentían hacia el resto de su propio pueblo. Sus exterminios están sobradamente documentados.

Estos misóginos de referencia, son sin duda, del mismo perfil psicológico, incluso en el caso de Stalin, provocado por una manifiesta contradicción sexual. Hombres, dictadores, con un incorregible e insuperable sentido de inferioridad frente al género femenino, que acaba siendo un modelo patológico fácilmente ‘encontrable’ en muchos hombres que nos rodean. El caso de la concejal Olvido Hormigos ha generado todo un escape de misoginia en hombre, incluso en mujeres, muy destacable que evidencia que la influencia ideológica de estos grandes dictadores, convive de forma sinuosa entre nosotros.

Y digo ideológica, porque he visto y oído a hombres, que presumen de todo, menos de ser sospechosos de votar o tender hacia la diestra, aniquilar, destruir, lapidar, vejar, excluir, ridiculizar, vituperar, desmerecer a la/s mujer/es, con pose chulesco y embutido en tics dictatoriales identificables con los siniestros y asquerosos personajes aquí citados. Y desde luego hay más de los que creemos. Y están en lugares donde menos sospechamos. Ocupan cargos, muchas veces, que les permiten sentirse poderosos frente a la fémina, apagando así su frustración viril -hetero y homo, porque ‘homos’ misóginos haberlos los hay- frente a la todopoderosa hembra, que por el mero hecho de ser, nos supera en complejidad, inteligencia, sabiduría, perfección, resistencia, trabajo, creatividad, sacrificio y muchas cosas más, salvo en la primitiva fuerza bruta, ella es sobre todas las cosas, superior. Y aquí es cuando el pequeño Stalin, el acomplejado Mao, o el frustrado Kim Jong il saca toda su -presunta- fuerza -masculina- aniquiladora con el único fin de exterminar, aunque sólo sea intelectualmente, a la mujer.

Por eso querido/a lector/a, no hay ser más despreciable que el que responde a este patrón de comportamiento, socialmente permitido, alabado e inlcuos jaleado por ellos y ellas -indescriptible-, ya sea visionando un vídeo de una mujer masturbándose, ya sea dirigiendo una empresa, ostentando un cargo público u ofreciendo una homilía desde un púlpito.

Estoy convencido de que Dios hizo a la mujer, al ver el mojón que le había salido con el hombre y que, bromas a parte, nuestra Constitución, en su artículo 14 habla de esa igualdad entre hombres y mujeres, una igualdad en derechos y obligaciones, en responsabilidades, aciertos, errores, trabajos y hasta en gustos sexuales sea consigo mismo/a, con su pareja o con el vecino/a.

Debemos desterrar, al menos de los que nos rodean, a seres de esta calaña y catadura moral e intelectual y obligarse a que se vuelvan a su armario cavernario donde sólo puedan verse en el espejo de su enanez mental. Si les dejamos que se crezcan, muy al contrario, nos pasará como a esas sociedades que asistieron aterrorizadas al exterminio de millones de seres humanos. Los dictadores son así. Tómate en serio este grave problema. Pasa de generación en generación; de padres a hijos; de amantes a amados; de maestros a pupilos. No olvidemos que el ser misógino y esa aversión a las mujeres suele ser sólo un síntoma de un desprecio más general hacia todo lo humano. Justo la religión que practicaron Stalin, Mao o Kim Jong il.