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2012Hay días como hoy
Diario IDEAL, 3 octubre 2012
Hay días en los que que, como hoy, parece que nada hace por rodar. Salvo las ruedas de la moto que te deslizan sin rechistar por la carretera A6 en dirección de no se sabe qué destino.
El centro de Madrid ruge como siempre. Los mismos coches. Los mismos taxis. Los mismos atascos. Entre a filas, detenido, miras con el rabillo de ojo a través de tu casco por si la conductora del coche lleva o no minifalda. A veces te llevas una sorpresa. No por lo que enseña sino por lo que lleva en el asiento del copiloto. Una de barra de labios es lo de menos. Recuerdo un día que una célebre escritora llegó a Jaén y para demostrar lo ‘in’ que era, hizo abrir su maleta; lo primero que se veía era un magnífico consolador. Basado en hechos reales ¿Cosas de celebrities o cosas de escritoras? No lo sé. Volvemos a la fila esperando que el semáforo se abra. Al final de Génova está Colón. Policías rodean y vigilan la sede pepera. Estamos a punto de ser intervenidos y los peperos no se han enterado de que en España se empieza a vivir muy mal. Que el barro y la mierda de las inundaciones de esta pasada semana llegan a los pisos más altos de la comunidad, sean un octavo o un décimo noveno .
Piensas ahora en las reuniones que vas a celebrar: Perú y Brasil. Y recuerdo Honduras. Aquellas carreteras devastadas por huracanes, inundaciones y esa impenitente lluvia sin clemencia que descargaba cada día al caer la noche. Y nos creemos el ombligo del mundo. Y si eres catalán aún más porque la butifarra es esa especie de marchamo que combinada con la boina de rabillo te da un pedriguí que ni el propio Gaudí pudo lucir.
Ves a Colón al final de la calle. En la rotonda. Debajo de la ‘banderaka’ de España que es ya nada más que un trozo de trapo de colores con los que todos nos limpiamos el culo, empezando por el primero y acabando por el útimo con o sin su cohorte de vividores al calor de los presupuestos generales del Estado. Pero aquí, si eres republicano te meten en el mismo grupo, ése que presume de una bandera hortera y que le gusta hacer correr a los de azul, escupiendo en sus placas donde pone DGP, o sea, los mismos que custodian el polvete que, por tres veces, ha sido robado en Andalucía, tierra de ladrones y políticos a los que le van los gintonics, la coca, las meretrices y presumir de educación, aunque a la Universidad aceitunera, le deban 60 millones de eurazos, uno tras otro. Que le den por culo a la investigación. Así es Jaén, porculera hasta para esto. #Nopasanada.
Regresan los sonidos del tráfico; los agentes de movilidad hacen como que regulan el tráfico pero en Colón a las 11 de la mañana hay un puto atasco del quince y encima miran con desdén a la rumana que se acerca, coche a coche, a pedir, a mendigar. En breve serán los españoles lo que mendiguen. Ya lo dice Cáritas. Esto se está jodiendo de tal suerte que será complicado ir a trabajar sin que nadie te atraque. Y entonces se pondrán a la venta armas cortas y largas. Y esto será como Ciudad Juárez pero en país. Aquí te matarán, no por llevar droga, sino por presumir de que puedes ir a trabajar. Menos candidatos más posibilidades. Terminator. Y el nuevo PRI será ese especie de feto malparido de los ‘neosocialfederales’ que rigen, aún, para desgracia de millones de boquisantos, un girón sureño donde viven los narco corridos que cantan al poder en la tele pública. Así es una parte de México. Al norte. Así es una parte de algo llamado en el argot europeo, España, ese lugar donde una banda de trincones, respaldos por los bancos donde depositan sus detritus ladrilleros, le hacen la ola por igual a capellanes, militares, santos, bodas, comuniones, procesiones, futbolistas o asaltadores de supermercados que duermen en hoteles de cinco estrellas cuando se van de farra.
Y te das cuenta que la mala leche empieza a salirte a borbotones por todo los poros de tu piel. Sientes el calor recorriéndote los codos, el pecho, las piernas. Te desangras. Te desangran. Ya no puedes más. Haces por arrancar y la moto se cala. No hay gasolina. El taxista que hay detrás, se cabrea, se baja del coche. Saca un arma corta y te descerraja tres balazos que te abren otros tantos agujeros, contabilizando un trío mortal.
Hoy es uno de esos días en los que quisieras perderte en la tierra de los sueños porque esta realidad, la más cruda de todas, te asalta en fotogramas mientras que en Génova esperas que el semáforo se ponga verde. Miras otra vez a tu derecha y estaba la antigua cueva donde el argenteado juez, querido Emilio, prevaricaba. Así es Madrid. Así es Génova. Y Colón se descojona en lo alto de la fuente esperando el final de esta película para coger la ‘banderaka’ y limpiarse los mocos con ella.
Hoy es uno de esos días en los que esperas que llegue el juicio final. Apocalipsis now. El horror.
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