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2012Desde Pamplona con amor
Diario IDEAL, 10 octubre 2012
Cuando en septiembre de 1990 llegaba por primera vez a Pamplona jamás pude imaginar que una veintena de años después regresaría para presentar nuestros aceites de oliva virgen extra. Ni por asomo, en aquellos años, pude ni tan siquiera soñar con lo que ocurría tantos años después. Suele ocurrir. En veinte años puede ocurrir todo, o nada. En aquellos días de septiembre me enfrentaba a una vida completamente nueva. Abandonaba Jaén para perderme por las calles de una ciudad universitaria a la nada me unía y en la que no conocía absolutamente a nadie. Miento: sólo conocía a Alvaro, el hijo de unos compañeros de mis padres que estudiaba Medicina y que curiosamente, sí me reencontré con él en Pamplona. De todas formas pese a ser universitaria, en Pamplona casi todos nos conocíamos y desde luego, la gente de Jaén era también fácilmente identificable por ese raro ramalazo de patria pequeña que se genera cuando estás tan lejos de tu casa.
Aquellos años en Pamplona fueron maravillosos. ¡Qué años! ¡Qué inmensa felicidad! ¿Quién no es feliz siendo universitario? Guardo aquellos recuerdos como oro en paño lejos de problemas, inquietudes, incertidumbres; sólo estudiar para aprobar y poco más. Un estado ideal.
Cuando el pasado jueves por la tarde me paseaba por aquellas mismas calles que me vieron crecer como estudiante y como persona, un extraño escalofrío recorría mi cuerpo, mezcla de melancolía, felicidad, satisfacción y ese chute de añoranza de un tiempo que nunca volverá. Sin embargo, estar allí por otra de mis pasiones, en ese lugar, me permitió gozar de una extraña sensación de extraordinaria tranquilidad por saber, que al final, aquellos meses de esfuerzo, de estudios, de horas delante de los libros, me ofrecieron la posibilidad de formarme y a la postre, construir unos pilares sobre los que he desarrollado toda mi vida profesional que, vista ahora, suman esos mismos casi viente años. Y me vino a la mente el recuerdo de todo el esfuerzo que también mis padre hicieron para que yo pudiera disfrutar de esos recursos tan extraordinarios como era ser un privilegiado y aprovechar la formación que te ofrece la Universidad de Navarra. Una vez más, me sentía enormemente agradecido por todo ello y a cada paso que daba, recordaba esa ceremonia de graduación en mayo de 1992 que me lanzaba al mercado laboral como Licenciado en Derecho y que tras todos estos años, ahora metido en otros fregrados empresariales, era sin duda la base sobre la que yo he elegido mi destino. Y comprendía pisando estas calle pamplonicas lo absolutamente imprescindible e irrenunciable que es para la libertad de un ser humano, la formación. El compromiso con el saber que sin duda, un día te permite elegir -y dadas las circunstancias elegir hoy es muy importente: o ser genuflexo o llevar siempre la cabeza alta, muy alta, por todo un recorrido que te has ganado a pulso gracias a esos pilares que están ahí y desde luego son inalienables-.
La semana pasada disfruté de esos pequeños bocados de realidad que te hacen sentirte bien contigo mismo, con tu presente, tu pasado y tu futuro. Ni atisbé un sólo punto negro. Estaba donde estaba gracias a aquellos días, gracias a mi determinación y sobre todo, gracias a mi formación. La vida ha puesto el resto, pero si Pamplona yo no sería lo que soy. Mis circunstancias.
Y tragándome a sorbos esos minutos de inmensa felicidad, me encontré además con nuevos amigos que me hicieron disfrutar de una de las veladas más entrañables vividas, a sabiendas de que vendrán muchas más, y en Pamplona, lo que me emocionaba y me emociona aún más. Porque las noches de Pamplona también, entonces, fueron memorables.
Con el paso de los años te das cuenta de lo que vas sembrando y de lo que recoges. Y hoy, cuando escribo, mi corazón se llena de tanto agradecimiento que por más que lo intento no soy capaz de salpicarlo con ningún trazo grueso o de color oscuro.
Las calles de Pamplona son parte de mi vida. De una vida que no volverá pero a la que volver fue tan sencillo como dar varios pasos por la avenida Pío XII. Allí, aquí, descubrí tantas cosas y buenas que no por menos recordadas, están ahí, más presentes de lo que imagino. Desde Pamplona con amor, con mucho amor. Esta ciudad siempre estará en mi corazón. Y este corazón tiene pinta de que va a dar mucha guerra y muchos años, así que toca disfrutar. ¡Salud!
PA: Si eres universitario, no desperdicies ni un sólo minuto. Aprovéchalo todo. Disfruta y estudia. Estudia y disfruta. No lo dudes. Fórmate. Podrás elegir. Podrás escoger. Tu formación es la llave para mirar a muchos de los que nos rodean y saber que ellos jamás tendrán lo que tú tienes: libertad.
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