Menos administración, más poder civil

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Diario IDEAL, 22 mayo 2013

A través de esta columna me habrás leído en muchas ocasiones criticar la pesada y elefantiásica administración española. Como buen español deberías saber que España es un Estado que se organiza en municipios, provincias y comunidades autónomas. Por eso nuestra Administración puede ser local (municipal y provincial), autonómica y estatal. Gracias a este valle de lágrimas nos hemos despertado y hemos descubierto que el tamaño de semejante estructura es insostenible. Porque para sostener hacen falta agarres y cimientos, o sea, ingresos. Sin esos ingresos, la mole se derrumba. Y los ingresos vienen vía impuestos, tasas y contribuciones. Es la norma general. La inmensa mayoría de los ingresos públicos nacen en la imposición, sobre todo, del trabajo y el capital. Es decir, trabajo y empresas. Y las segundas son antes que las primeras, por que sin éstas, no hay de lo otro. Esta ecuación, pese a ser sencilla, parece que no le entra en la almendra al personal. Sin empresas, no hay trabajo. Sin trabajo, no hay impuestos ni para el que trabaja ni para el que genera ese trabajo y así, no hay ingresos para mantener el tinglado.

Esta semana me he embarcado en la difícil tarea de explicar a una treintena de funcionarios de la administración local de la Comunidad de Madrid, la enormes ventajas de la eAdministración. Y sin duda me ha tocado bailar con la más fea. No sólo porque están híper cabreadísimos con lo que está pasando sino porque la conclusión a las que ellos y un servidor llegamos cada vez que damos un paso en el avance del temario, hay una máxima que lo hace casi inviable. No podemos hacer esto, eso o aquello porque en realidad ‘no hay voluntad política’.

Aquí está el meollo de la cuestión. Y lo hemos debatido. Nos encontramos en un momento en el que nadie se ha hecho responsable de la enorme estructura que mantenemos. No llegan los ingresos y además, ciudadanos y funcionarios, hemos dejado que la clase política meta sus enormes manos enmierdadas en cada rincón de ayuntamientos, diputaciones, consejerías o ministerios. Hemos dejado que la estructura que debe dar servicio a los ciudadanos esté diseñada y montada sobre ineptos, incultos, egocéntricos y corruptos politicuchos. Y así nos va.

En otros países la estructura de la Administración está tan ‘profesionalizada’ que los cambios políticos apenas afectan al normal funcionamiento de los diferentes organismos. Véase los ejemplos anglosajones de EE.UU., Reino Unido o Canadá, líderes junto a Corea, en administración electrónica, y donde en ámbitos como el local, unas elecciones municipales no provoca que cambie hasta al barrendero de barrio como ocurre en esta España de taifas, caínes, satrapillas y envidiosos politizados. Pero esto tiene un origen claramente cultural: en estos países el peso de la administración es ligera y no pesada e intervencionista como en España -heredera romana-. En EE.UU un país con 300 millones de habitantes, apenas si hay 3 millones de funcionarios.

La cuestión es que nuestros funcionarios son conscientes de ello y ahora, que se les exige ser más eficaces, productivos, ahorradores, se les castiga de mil y una forma porque ellos son los receptores del cabreo del administrado y de la incapacidad mental e intelectual de la oligárgica, demagógica, mentirosa y casi hereditaria clase política española. Y se quejan. Y con razón.

Pero se atisba, creo, un rayo de luz. Con la llegada y aplicación real de la administración electrónica, si ellos quieren -y pueden-, podrán, por primera vez, dar más poder al ciudadano que deberá ser -eso sí- más responsable de sus actos para, a su vez, exigir responsabilidad al que debe gestionar sus dineros -algo que por ahora no pasa en este país-. Si la administración electrónica se llevara hasta sus últimas consecuencias, por fin veríamos qué podemos hacer nosotros por el país y no al revés. Y los funcionarios de carrera y oposición, se sentirían más aliviados ya que su digno trabajo se vería ratificado por un ciudadano contento, receptivo y dueño de ese pedacito de sitio que todos y cada uno de nosotros tenemos en ayuntamientos, diputaciones, consejerías y ministerios.

Las nuevas generaciones, los nativos digitales, ya vienen con otra mentalidad y otra preparación. Los funcionarios lo saben y muchos de ellos se están adaptando con una actitud indiscutible a estos tiempos rápidos y digitales. La herencia de Roma seguirá ahí, pero este siglo XXI exige ya otras formas y maneras de entender lo público. Sigo apostando por esa visión anglosajona de menos administración y más poder civil. Más poder civil para el que presta el servicio y para el que lo recibe. Y por supuesto, responsabilidad. Aquí incumplir la ley aún sale gratis. En otros países, un 90% de nuestra clase política estaría ya en las jaulas como cerdos apilados lamiéndose sus asquerosas costuras. Y como cerdos, un día, les llegará su San Martín.