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2014¡Y abdicó!
Diario IDEAL, 4 junio 2014
Los que me conocen saben de mi condición republicana que para nada entronca con la española, sino por mi propio convencimiento de que la sangre no determina la clase social; sin embargo, creo fielmente en nuestras instituciones y, sobre todo, en el poder de la Ley que emana de nuestra Constitución, redactada y aprobada en unos años donde, casi nada estaba asegurado y todo estaba por hacer.
La tarea de aquellos hombres constituyentes es hoy, aún, trabajo poco reconocido y albergo la esperanza que mis nieto sepan valorar en la justa media histórica, por ejemplo, el trabajo que aportó su bisabuelo en que la Carta Magna se convirtiera en pilar básico de nuestra Democracia. Es gracias a esa Constitución por la que hoy, como cada semana, escribo y expreso aquí mis opiniones sin más límites que los establecidos en el artículo 20. Es este texto el que nos ha permitido disfrutar de estos casi cuarenta años de progreso y por fin, pese a nuestras limitaciones, España es hoy un país moderno y perfectamente integrado en Europa. Y símbolo de esta modernidad, tranquilidad y estabilidad, es lo que está ocurriendo estos días.
La abdicación del Rey es algo que debemos asumir como normal y pese a las aspiraciones de aquellos que quieren el advenimiento de una República a España, acogiéndose a una especie de mantra mesiánico con tientes estalinistas, como si lo que fue tuviera algo que ver con lo que sería, es obvio que las normas están para cumplirse y, nos guste o no, el Parlamento español es donde se aprueban, cambian o se dejan las normas actuales que, insisto, están para cumplirse. La República es una forma de Estado, no una ideología o una bandera de colorines. Y ni mucho menos es patrimonio de la Izquierda porque en España, de nuevo, la Izquierda se apodera de todo, incluso de esa falsa legitimidad con la que ‘la nada intelectual’ de ZP se ungió para conectarse con la extinta, fallida y sangrienta República española de los años treinta, evidenciando, una vez más, su profundísimo desconocimiento histórico y jurídico.
Nuestro destino no es ser una república soviética, como desean algunos, con policía política en cada rellano de escaleras, chivatos en las esquinas y micrófonos para oír qué escribimos en nuestros ordenadores. Nuestro destino es ser una monarquía parlamentaria como las europeas que, por fin, va a estar representada por un hombre moderno y por el que tengo especial simpatía porque representa a muchos españoles que, como él, con nuestro trabajo, preparación, esfuerzo, compromiso y ausentes de complejos y pajas mentales, estamos sacando este país adelante y no perdemos ni un sólo segundo en aspirar a regresar al pasado, porque el pasado, pasado está y como el agua, ya no mueve molinos. Y si yo quiero algo para mis hijos y las futuras generaciones es mucha agua para que se muevan muchos molinos, y esos molinos creen energía y con esa energía no cesemos ni un sólo segundo de ser mejores, crecer y no parar de crear bienestar para todos los que nos rodean.
Felipe VI es un tío muy preparado, viajado, políglota, sereno y con dos niñas a su cargo que garantizan que España, mañana, tendrá una reina borbona. Representa a la generación que está moviendo España desde su compromiso con el trabajo bien hecho, que ha sudado tinta para colgar títulos en las paredes de nuestras casas y que llevamos más de dos décadas dando el callo a diario, desde bien temprano, sin importarnos, al final, si la futura reina es o no divorciada.
Con Felipe VI se acabó la Transición. Con él debe llegar un nuevo tiempo para nuestra Nación, indivisible y patria común de los españoles, donde hagamos valer lo que muchos ya hacemos a diario y por fin, nos parezcamos en el destino histórico, a muchos de nuestros vecinos.
Me alegro por la abdicación, algo que yo expresamente había pedido hace ya varios años porque entendía que Felipe estaba sobradamente preparado frente al desbarre de papá, sus años, sus amistades peligrosas y el ‘braguetoni Urdanga’ campando a sus anchas al calor de la corrupta España y sus oblatos políticos, sindicatos y lameculos subvencionados.
Pese a mi convicción republicana –no sé aún cuánto le debo a Pericles- me alegro por esta decisión. Más vale tarde que nunca.
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