Amar la superación (II)

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Como decía, tras levantarnos a las 6:45 de la mañana y habiendo cenado un platito de tomate aliñado con un buen picual ‘gota verde’ nueva campaña 2011-2012, Pedro me obsequió antes de salir la habitación una barrita de chocolate. Yo no paraba de beber agua y sentía que mi rodilla izquierda me iba a dar problemas. Nos vestimos casi en un silencio sepulcral. Al dejar la habitación le dije a Pedro que necesitaba tomar un café. Lo conseguí en una máquina de Nesspresso que había en el hall del hotel. Confiaba que ese chute de cafeína y lo que pillara por el camino era más que suficiente. Hacía un frío importante. Nos habías emplazado las 8:15 bajo el escudo de Anoeta. Hasta llegar al estadio iba analizando mi rodilla izquierda. Tengo una tendinitis que me había tratado desde hace un par de semanas provocadas por la última subida a Fuenfría a ritmo dislocado.
 
Sin darnos cuenta estábamos en la línea de salida: Pedro, Javi y Loren. Sabía que los dos primeros saldrían como locos pero yo no podía seguir su ritmo hasta que no viera cómo se portaba mi rodilla. Así que al dar el pistoletazo de salida y oír a los AC/DC me puse a ritmo con Loren buscando sensaciones en la primera vuelta al circuito de 6 kms, Desde los 5:20 aprox del 1er kilómetro me di cuenta que iba bajando paulatinamente el tiempo a cada kilómetro. A Pedro y Javi los perdí de vista por delante y a Loren lo dejé por etrás a los pocos kilómetros de arrancar.
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La carrera transcurría tranquila y veía que mi rodilla no daba problemas y yo cada vez me sentía mejor. Las calles empezaban  estar con mucha gente. camino del km 20 al pasar por La Concha la primera vez camino del polígono industrial empecé a sentirme eufórico. Llegado al kilómetro 20 pillé a Pedro e hicimos juntos el recorrido hasta pasar la segunda vez por Anoeta. Era el kilómetro 24. Cogí un buen ritmo e iba súperbien. llegué al 30 más que sobrado y pensando que aquello ya estaba hecho, máxime cuando adelanté a Javi en el km 32. Al pasar me dijo ‘Fernando, ¡¡¡eres la hostia!!!’. Eso supuso una inyección de moral terrible junto a impacto visual que me supuso ir por delante de la liebre del 3.30 y muy cerquita de la de 3.15.
 
Sin embargo, tan confiado iba, tan sobrado, que el famoso muro llegó en el kilómetro 37. Comencé a sentirme desfallecer. Sin avisar. bajé el ritmo de forma vertiginosa y a la altura del kilómetro 39, Pedro me pilló en mi peor momento. Me llegué a parar pese a las voces de ánimo de Pedro. No podía. Me había quedado literalmente sin gasolina. Pop, pop, pop, pop… parado. Sentí escalofríos, pero me dije, llego aunque sea andando. A Pedro lo perdí de vista en un segundo. Creía morirme. me sentía mareado y mis piernas no respondían. Llegué incluso a pensar que me iba a caer desfallecido. El destino quiso que antes de pasar por los puentes bajo la autovía de Anoeta hubiera un puesto de avituallamiento y alguien me gritó: ¡come manzana que te hará falta para los último metros! Le hice caso y cogí un trozo e manzana que devoré como una auténtico perro rabioso. Estaba muerto de hambre.
 
Un chispazo volvió a encender mi cuerpo y arranque a correr. Me dejé llevar por la multitud de corredores que me adelantaron hasta llegar a Anoeta y ver la meta. Allí me esperaba Pedro. me fundí con él en un fuerte abrazo, pero mi cuerpo y mi mente no estaban allí. Estaba como colocado, como con una hartura de porros marihuaneros. Casi no podía hablar y mi cara era de blandiblu. Al tirarme al suelo para quitarme el chip, me dije: de aquí no me levanto.
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En el suelo, empecé a recuperar y entrar de nuevo en mí. En ese momento fui consciente de que había llegado a la meta y que lo había hecho por debajo de los 3:30. Pedro había llegado 2 minutos antes, Loren se había retirado y Javi ¿Y Javi?
 
Tras darnos las medallas, agua, plátanos, etc, comencé a recuperarme y oímos los grito s de Alberto en las gradas. ya sí fui consciente del triunfo y del reto superado. Comencé a balbucear y a gritar algo que no era muy coherente. Pedro estaba infinitamente mejor que yo y me devolvía -con cariño- esos minutos que yo le había metido en la Media de Somosierra.
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Cuando acabé, pensé que nunca volvería más a correr una carrera así. Pero ahora que escribo esta segunda parte, tengo la sensanción de que volverá a haber otra. Y no dentro de mucho tiempo.
 
Este viaje, esta carrera, me ha dado mucho. Me ha dado amigos nuevos, me ha dado sensaciones nuevas, me ha dado retos nuevos, me ha dado ilusiones nuevas, me he dado un poco más de confianza en mi mismo… y sobre todo, me ha dado la enorme satisfacción de hacerme sentir que estoy vivo… y feliz.