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Cuaderno de bitácora: día 34

Creo que he acabado mi proceso de rehabilitación. Consultaré a MOL sobre la posibilidad de poder retomar mi vieja costumbre de salir al espacio y dar un breve paseo y sentir como la ingravided se apodera de mi cuerpo relajando los sentidos a niveles parecidos a una buena dosis de LSD.  

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MOL ha dado su autorización. En el tono que usa siempre cuando sabe que va  dar una orden -disfrzada de consejo- es irresistiblemente patético. Su voz metálica suena, si cabe, más estridente. Tras un simple "sí" en mi nanoteclado de muñeca, me dispongo a salir y retomar el pulso al infinito.

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Es extraño el espacio. En el exterior de la nave sólo se oye un ronroneo constante que proviene de las turbinas de cola. Ese sonido recuerda a los viejos aviones terrícolas que dejaron de fabricarse por falta de seguridad e hipertrofia del espacio aéreo. Comenzaron los vuelos orbitales para evitar accidentes. Sin embargo, fue un intento fallido. En la última decáda antes de la emigración masiva a Verde, los accidentes aéreos se contaban por decenas en cada jornada terrícola. Por eso los descientes y habitantes de Verde nacimos con la atracción del espacio. Ese ruido, viejo sonido, se ha visto interrumpido por otros sonidos que se me han antojado palabras. He estado concentrado un buen rato intentando descifrar lo que, por momentos, era sin duda, un mero juego de sonidos inconexos que a mí me parecían palabras. Esas sílabas venían unidas a una extraña sinfonía, indescifrable, por otra parte.

Al regresar a la nave, he conseguido hilvanar lo que mi imaginación ingrávida decía o creía haer oido… "¡Fascinante! Bien hecho, NASA, envíenle mi cariño a los extraterrestres" y tras estas palabras un gingle envuelto en viejas notas musicales anunciador… 40añosacross the universe40 añosacross the universe