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2006Cadenas invisibles
Hubo alguien que un día me dijo que la cadena más larga del mundo es la de tu móvil: invisible e irrompible.
Vuelven los fantasmas de las 8 de la mañana a arrastrar sus cadenas en una procesión de silencio entre las entrañas de la gran señora, "Modernidad", donde ya nada importa; donde todo vale para que dejes de ser persona y te transfigures en "gente".
Gente en el metro, en respetuoso y sepulcral silencio. Pasos macarenos, ras-ras-ras-ras, hasta llegar a la escalera metálica. Ras-ras-ras-ras. Sólo una cadencia que invita a averigurar que al final del pasillo estará la picadora de "The wall" (ver vídeo).
Resuenan sones vacíos de "we don´t need no education, we don´t need no thought control ". Y caemos en la picadora. La gente cae en esa monstruosa picadora que es la sociedad cainita, envidiosa, consumista, egoista que hemos creado con el sudor de nuestra propia frente. Y se ríen porque hacemos versos.
Tanto tienes, tanto vales. Monedas de chocolate para comprar tus favores. Edificios fantasmagóricos que se tragan a millones de criaturas que no saben si viven en Matrix, en fotogramas archivados de Blade Runner o en la próxima pantalla de la Playstation.
Ras-ras-ras-ras. Cadenas invisibles. Esclavos modernos que venden su cerebro por un puñado de chapas que regalan en los chorizo de cantimpalo que se comen los políticos: vomitan proclamas sobre este Estado del bienestar. Estado comatoso: ciudadanos esclavos: más ladrillos en sus muros forrados con los billetes que les metemos por sus amplios ojetes especuladores. Intereses y ladrillos: la mejor mezcla para la "Bruja Avería". ¡Quedáis sodomizados "sine die" para el resto de vuestras pobres vidas!
Y las latas de Nivea se agotan. Por eso duele tanto. Más duro, más grande, más adentro. Y te toca la campanilla; vomitas con un asco espectral y galáctico.
Y cuando crees escapar, debes retornar. El retorno es una infinita hilera de luciérnagas rojas que se beben poco a poco tu sangre y tu gasolina. Más petróleo. Más jeques y más mujeres tapadas, violadas y maltratadas. Más bombas. Más miedo, más policía, más control. Ficha. Y si no, recuperas.
Primera; segunda; punto muerto; arrancas; paras; paras; arrancas. Y mis muertos se parten de risa en su tumba. Y las gentes, con sus miradas perdidas a través de los cristales, se cagan en los muertos de todos los vivos que estamos allí.
Esto es Modernidad. Esto es el futuro. 1984.
Lucharé y lucharé hasta que estas cadenas se rompan, no por mi futuro (ya estoy muerto) sino por el día de mañana en que mis hijos se suban a un púlpito y levanten su manos blancas para decir: "preferimos morir de pie que vivir toda la vida arrodillados". La libertad no se paga con dinero. Ni la cultura. Ser persona no es ser gente. La gente, como el dinero, se amontona, se atrinchera, se bloquea, se pone en cola.
Las personas sentimos, amamos, construimos, re-evolucionamos y somo capaces hasta de pensar. Pensemos en todos los que son gentes y sólo tramitan cerebralmente un deseo de ir a un centro comercial a ver resueltos sus escasos orgasmos.
Y los cuatro jinetes caminan, sin dejar ni un segundo de tregua.
Y mientras, ras-ras-ras-ras suenan nuestras cadenas por las tripas de la gran señora.
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