Canción de invierno

Ya no puedo componer nada más. El desierto se extiende por mi cerebro y cada vez que me asomo a la ventana del Mundo, descubro, el agotamiento de mis articulaciones. Las notas descansan, ahora, abajo, en el primer peldaño de la puerta de mi casa, esperando que salga, una vez más, a pasearlas. Sin embargo hace frío. La nieve ha regresado, pese a que los días han comenzado a alargar.

Estoy seco. Agrietado. Resquebrajado. Los azulejos de mi pared interior han comenzado a saltar en un suicidio colectivo contra la bañera sedienta. Y ésta en una pose soez, desvergonzada, insultante abre su boca pidiendo más. Y ellos, saltan, uno tras otro.

Mis pies, por un segundo, se inundan. En sangre.

Extremaunción.