Carta íntima a Sara

Mi querida Sara:

Hoy me haces llegar por lo hilos de esta Red universal unas palabras llenas de amor, de amor sincero, de amor con mayúsculas, de amor del que ya no se lleva, de amor que vale más que los siete dígitos que todo el mundo desea tener en la cuenta corriente para su tranquilidad.

Por eso, en estas horas de la noche y escuchando el lebeche que sopla frente a las costas de Almería, quiero escribirte esta carta, que además será íntima y que por tanto, se quedará entre tú y yo.

Verás: he llegado a la conclusión de que navegamos en un mundo que nadie conoce; que nos regimos por un sólo color -el del dinero-, que leer no está de moda, que reflexionar es de pedantes, que pintar es de locos y que amar sólo es el acto de realizar una cópula, más o menos ortodoxa, con algo de placer que es tan efímero que, cuando te levantas, hay otro que sale del banquillo para sustituirte. ¡Excesivo! ¡homofóbico! Seguro. Como buen andaluz, exagerado.

Pero creo que, conociéndote, hay mucho en esto que compartimos.

Y es asi porque desde ese día, el que nos conocimos, pasó. Y pasó lo que tenía que pasar: el destino nos cruzó. De ahí hasta aquí hemos crecido. Fíjate que nos hemos visto casi las mismas veces que suman las dos palmas de mis manos, restándole dos o tres; pero ha sido suficiente para saber que nostros, tú y yo, vemos la vida de otro color.

Jamás nadie me regaló un cuadro que expresara el mayor de mis infinitos deseos: un mujer contemplando el mar arropada por la sombra de una majestuosa palmera.

Con una sola mirada retrataste mis ilusiones, mis fantasmas, mis miedos, mis fantasías…a mi. Y fue el primer encuentro. Y seguimos creciendo. Ese cuadro me acompaña a todas las casas que en estos últimos 365 días de vagamundos he morado. Ahora comparte protagonismo con una foto a la que le tengo un especial cariño: el día de mi jura como Abogado acompañado por mi abuelo Francisco, quizá, el hombre más importante de mi vida ( y eres conocedora de mi heterosexualidad militante).

Ahora me escribes porque crees haber recibido a través de la persona a la que más amas, un gesto de amor por mi parte. No, no es así. Es amor, es reconocimiento, es sinceridad, es simple y llanamente, el gesto que más puede humanizar a las personas: considerarte persona. Persona que siente, que sufre, que ama, que llora, que rie…y todo ello, al menos conmigo, sin nada a cambio. No quiero nada a cambio. Sólo quiero que sigas siendo así, tú, auténtica, inmensa, grande, alta y si algún día debo colocarte en los cuernos de la luna lo haré, porque ese sueño, el que tengo a diario, lo dejaste pegado a una tela. Y por eso las cosas deben seguir por donde van.

Bien sabes que a tu barco holandés le deseo la mejor de las travesías. Atrás quedaron ya los desgarros de las rocas y, reparado el casco, Sara abre su foque de proa y sigue navegando.

Guárdame en tu frigorífico para que cada día, cuando lo abras, te deje escrito en el corazón una palabra haciéndote un poco más millonaria en el amor.

Eternamente tuyo.

Fernando.