Contracciones preparturientas

Diario IDEAL, 24 febrero 2010

Tengo a Calíope de vacaciones -me siento, a veces, reiterar-. Siempre se va en el momento que más la necesito. Ya no baila con su palmas abiertas hacia a bajo, ni me enseña sus pies al estilo de ‘la chica de los pies perfectos’. No hay tiempo ni para la épica ni para la elocuencia. Me siento un Heracles con los pelos cortados al estilo Sansón, con menos fuerza inspirativa que esos disparos que hacen como que suenan de las viejas escopetas de caña. Me noto como tragado por un gran bulo que no sé de dónde viene ni dónde me lleva. Es una odisea diaria que hace que el velamen se me vuelva pálido, como la cara de palo que se le queda a uno cuando palma. Porque yo he visto a algún muerto y la cara es de palo. Ajopalo. Muerto el perro se acabó la rabia. Y como no hay más, te das cuenta de que llevas media vida dejándote los atributos masculinos -en mi caso- en pos de no sé qué coño -nada de atributo sexual femenino- de objetivo vital. Tragado y atragantado ando con estos dolores que ofrecen las contracciones preparturientas económicas que me impiden conocer qué criatura va a nacer. Económica, claro.

Antes, el médico y/o ‘practicante’ te tocaba la panza y te decía: niña, ¡estás ‘preñá’! Hoy en tres dimensiones, el ginecólogo te dice con voz campanuda: está usted encinta. Menuda ñoñez. Pero es lo que hay. Ahora todos estamos ‘preñaos’ gracias al líquido blanquecino que la crisis -curioso, es fememino- nos ha dejado a todos en nuestro útero económico. Estamos ‘preñaos’ de no sé cuantísimos meses -más que una elefanta- pero ni el practicante, ni el cura, ni el maestro, ni el remendón, ni el más médico de los médicos económicos sabe qué vamos a traer a este mundo. Algo sostenible, algo solidario… Ni puta idea. Si dejamos que nos ausculte del doctorcísimo pope Méndez nos dirá que los peperos parirán muchachotes que como la matanza de Tejas, hacen ‘roales’ en los derechos de los trabajadores. Así lo dijo el otro día, importándole un mojón los derechos de los casi cinco millones de enfermitos que hay. Si nos toca la vagina la mediquíñisima Pajín, más de lo mismo. ¿Y si la doctora que nos visita es la chachipiruli Sorayita? Nos diría, ¡ea! antes de parir sin querer, haberse puesto el globito chico.

En fin que nada es lo que es, ni nada es lo que parece y aquí ni unos ni otros dicen la verdad porque creo que la verdad no la sabe ni el ‘sunsuncorda’ que no sé si si se escribe así, pero es que me da igual ya a estas alturas de la película.

Por cierto, hoy he sabido que después de llevar la tira de años cotizando en la Mutualidad de la Abogacía, cuando pueda jubilarme -si antes no se me queda cara de ajopalo, o los sindicatos me lo roban toico- cobraré 876.

Y todo este relío de columna porque tengo a la caprichosita Calíope montándoselo, seguro, con algún señor de cuarenta y pico, de buena presencia, mejor prestancia y mucha mayor elegancia que este pobre y dolorido hombre que está a punto de parir. ¿El qué? ¿Y tú me lo preguntas, lector de poca fe?