Desde Donosti con amor

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Diario IDEAL 30 noviembre 2011

Bien sabes querido lector que cada vez que me desplazo por otros andurriales patrios o extranjeros, me gusta traerte un pedacito de sensanciones y compartir contigo lo ‘más mejor’ del viaje para así, romper la monotonía de mis columnas en esta santa casa. En 1989 descubrí San Sebastián. Este fin de semana he vuelto a ver La Concha desde aquel julio de 2005 donde me despedí de ella y de mis viajes a ver -solo a verla- a aquella camarera rubia -preciosa- de San Juan de Luz que me hacía más llevaderas mis largas jornadas de soledad en Irún. Nunca en 1989 o en 2005 pensé que esa ciudad, donde vi actuar a Dire Straits o U2, sería la sede de uno de mis retos personales en este 2011.

Cuando arrancó el año me propuse conseguir varias cosas o retos: uno de ellos, fue el de correr, al menos, mi primera maratón. Sí, esos 42 kilómetros largos que el loco de Filípides se sacó de la manga con la excusa de anunciar la victoria en una batalla. Hoy lo tendría más sencillo: un tuit y se acabó. Pero este tío, que palmó a su llegada, dejó su nombre y su gesta impresa en la Historia de la Humanidad. Por eso el pasado domingo, a las 9 de la mañana, más de 4000 locos nos pusimos en Anoeta a rememorar aquella gesta y tragarnos esa distancia vestidos de corto, calzados en zapatillas de nombres y variantes innombrables.

Todo tiene su origen. Y esta manía de correr también. Y una fecha. Y un motivo. Cambiar algo en mi vida el mes que iba a cumplir 40 años. En enero de 2009 me apunté a la San Antón y con tres días de entrenamiento, la acabé. No sé qué pasó entonces por mi cabeza cuando, al finalizar, y sentir las mieles de llegar a la meta, me dije… esto ahora debe seguir… lo que nos cantaba Freddy Mercury.

Ni corto ni perezoso tomé las de Villadiego liándome la manta a la cabeza y comencé a competir de abajo a arriba: 5 kilómetros en Beas de Segura; alguna carrerita más corta por aquí; alguna de 7 kms por allá. Corrí en Málaga, Zaragoza, Madrid, Almería… Pero las distancias y los días de entrenamiento hicieron de estas pruebas algo insuficiente. Es decir, corres pero no te llenas. Hasta que descubrí la montaña. Me lancé a hacer mi primera media maratón de montaña en Somosierra (octubre 2009). La llegada la recuerdo aún con los pelos de punta. Mi hijo Alex me gritaba y recorrió conmigo los últimos metros. No pude evitar romper a llorar. La suma del esfuerzo, de la emoción, de la meta, de mi hijo, de sus gritos… del reto conseguido. De los chutes de endordinas que genera tu cuerpo y que lanzan a tu cerebro a niveles desconocidos de euforia y autoestima. Somosierra supuso un antes y un después.

Luego todo ha venido rodado. Tengo amig@s que corren como yo, que disfrutan de este placer. Tenemos maripandi cuasi de club montado. Hemos subido a cumbres altísimas, cuerdas largas, calares altos y endiabladas fuenfrías. La tecnología en todo este tiempo ha hecho de las suyas. Por eso este veranos nos sumamos varios amigos al reto de saltar la barrera de los 21 kilómetros y pese a superarlos en entrenamientos rutinarios, el vértigo de hacer algo hasta ahora desconocido, nos llevó a inscribirnos en el Maratón de San Sebastián.

En este ocasión la gastronomía ha sido también un elemento de unión y celebración. Ya nada ocurre por casualidad, ni por un sólo motivo. No me sobran los motivos, sino que cada día sumo más y más de ellos, para estar y sentirme feliz y en armonía con lo que me rodea. El deporte es la mejor afición/ocupación que existe. Cada día me alegro más de ello y por ello, ahora sé que el día que cumplí 40 años, algo cambió en mi vida. Clint Eastwood apendió a tocar el piano y nunca volvió a ser el mismo. Este domingo, al acabar de recorrer esos más de 42 kilómetros en 3 horas y 28 minutos, y en un estado de absoluta embriaguez, supe que, desde ese momento, también he dejado de ser el que antes era. Sigo creciendo como persona y estos retos me lo confirman. Sigo creciendo como buena persona y los que me acompañan en ello, lo ratifican. Me siento muy bien conmigo mismo y con los que me rodean. No es amor sólo lo que se describe desde Donosti.

Es algo más sencillo. La suerte de sentirte vivo. Muy vivo. Y cuando me llamen a capítulo, la de la guadaña va a tener que correr de cojones.