Desgana postveraniega

Desgana postveraniega by Vagamundos / Fernando R. Ortega TAGS:

Diario IDEAL, 5 septiembre 2012

Ya estamos en septiembre. Arranca el curso. Los padres empezamos a darnos calamonazos contra la pared al ver que los nenes no regresan aún al cole, que los horarios empiezan a pasar factura, que los libros ya llegan y que las noticias dicen siempre lo mismo. Decían en junio y dicen ahora en septiembre. Uno se va de vacaciones, el que puede -yo este año no he tenido-, pensando que cuando regrese con más color en la piel, más buche y algo más de culo, todo será como esas horas insaciables que hemos pasado en la tumbona, en el chiringuito, siesteando o rompiéndoles las patas al flex porque nos hemos puesto morados al reventar el contador con la parienta o el pariente porque durante el curso no hay tiempo.

Sin embargo, señoras, señores, lectoras, lectores, usuarios y usuarias de este idioma que nadie reconocer hablar porque los que lo hablan le dan patadas al diccionario, un día sí y otro también, como los buenos estalinistas que asaltan supermercados a sabiendas de que lo del artículo 24 de la CE no va con ellos, como digo, nada ha cambiado, porque todo es mentira.

Y como todo es mentira, uno que escribe también mentiras se da cuenta de que está rodeado de mentirosos y no sabe qué escribir en esta columna porque no sabe cómo mentir, semana tras semana.

Nos mienten los progres con su ‘soy progre’ pero me gusta el dinero, el poder y la corrupción a rabiar. Nos mienten los gavioteros, porque creen que yendo a misa, su Dios, al perdonarlos, les da carta blanca para volver a mentir. Nos mienten los de la pasta, porque jamás dejan sin pedir algo a cambio. Lo decía el diablo: si pactas conmigo, te vienes. Este no mentía, ni miente. Mienten los que dicen que cobran el IVA, porque si alguien les dice ¿con o sin IVA?, la respuesta es siempre la misma. Mienten el vecino del quinto porque sí desea a la vecina del primero y miente el más pintado porque sabe que ya no tiene pinturas ni para dibujar una cuerda con la que ahorcarse en el papel. Tal vez las únicas que no mientan jamás en esto sean las madres, porque ser madre sí es un oficio verdadero.

Por eso, porque como uno no es madre y se siente en el primer grupo de mentirosos, me embarga una horrible desgana postveraniega a la hora de enfrentarme a esta columna. Porque las mentiras son todas iguales. Y aunque algunos crean que por decirlas mañana, tarde y noche, en radio, televisión, Twitter y la madre que parió a las redes sociales, siguen siendo mentira. Es como la mona; mona se queda.

Desgraciadamente vivimos en un país de mentirosos. Donde más se miente es la barra del bar, en la máquina de café, en la cola del pan o en el ambulatorio. Mentimos porque presumimos de vivir en un país de puta madre cuando es un país de puta mierda. Y mentimos cuando no deseamos tener los niveles de solvencia, garantía, trabajo, profesionalidad, limpieza y calidad que ofrecen otros vecinos de aquí o de allí. Y mentimos porque, España, es un país de envidiosos cainitas y al negar tu deseo, mientes. Lo llevamos en el ADN.

Para un servidor, otro mentiroso, este verano de 2012 que pretendía ser purificador, se ha convertido en un verano de curro de ‘o revientas o mueres’. Seguro que es mentira. Y me ha escupido este mes de septiembre con una horrorosas ganas de no volver a leer ni un puto periódico en todos los días de mi vida, ni oír un telediario -sea de la cadena que sea-, ni una puñetera tertulia radiofónica. Sólo oiré mi ‘playlist’ de ‘espotifai’ y veré todas las pelis que pueda antes de tener que gastar ni un sólo gramo de mis ganas, sangre o tiempo en ver como toda una pandilla de mierdosos mentirosos altera el devenir de mi existencia como ser humano que, al menos, intenta decir una verdad al día.

Pero no te hagas ilusiones. Como soy parte de este país mentiroso a reventar, lo que acabo de decir es pura mentira. Como el teatro. Si no que se lo pregunten a los que viven en el cementerio de elefantes de Seseña, donde dos grandes mentirosos ilustres, Paco ‘el Pocero’ y Pepe, ‘el Bono’ -no el de U2-, condenaron a una mentira gigantesca a familias completas. Y esto es una verdad como un templo. Como varios templos. Es fácil verlo desde la A4. Un monumento a las enormes mentiras y mentirosos de este país.

Seguiremos en la trinchera. Feliz regreso.