Dos mujeres

Diario IDEAL 4 agosto 2010

Dos mujeres me han tenido ocupado este pasado fin de semana. Una, gaditana, de 1977. la otra, palentina, de 1975. La primera, Ministra de Igualdad. La segunda, medalla de plata en 3.000 obstáculos en los campeonatos europeos de Barcelona, y actual campeona del mundo en esa modalidad. La andaluza, Bibiana Aído. La castellana, Marta Domínguez. Apenas se llevan dos años. Sin embargo, sus realidades son diferentes.

La castellana, corre y corre. La andaluza, habla y habla. La castellana, en Barcelona, da la vuelta a la pista con una bandera nacional, toro incluido. La andaluza, concede una entrevista a un diario nacional. La castellana no habla de su niñez. La andaluza, lo recuerda. Un muñeco con el puño en alto cantando ‘La Internacional’. El mejor recuerdo. Su mejor recuerdo. La castellana, sueña con el oro de Londres. La andaluza afirma: ‘no podría tener una pareja de derechas’. La castellana busca en la carrera su gloria. La andaluza busca en su pareja la pureza ideológica.

Dos mujeres y dos destinos. Dos destinos bien distintos. Ambas me gustan por diferentes motivos. Por eso, podría ser un buen pretendiente para ambas mujeres. Me juzgarían como un hombre bueno, cariñoso, honrado, trabajador, comprensivo, amante… Para Marta, tendría mil y una oportunidades de ser elegido como el hombre de su vida. Con Bibiana tendría mil oportunidades menos una; la esencial para no poder jamás acceder a su corazón. Aquí no valdrían todas y cada una de mis mejores (todas) virtudes masculinas. Me descartaría por no haber depositado nunca jamás una papeleta con los adjetivos calificativos de comunista, socialista o el genérico ‘de izquierdas’.

La endogamia ideológica deber regir el destino de las parejas. Es indiferente, irrelevante, intrascendente si hay o no ‘comunión’ en opiniones, gustos o colores. La ideología -de izquierdas- es la que en este caso debe servir como nexo de unión con una mujer, que juzga antes a un hombre por su ideología que por ser otras muchas cosas más. O simplemente hombre.

Soy padre de dos hijos. No tengo hijas. Recuerdo a mi hijo Fernando corriendo con apenas dos años con aquel ‘Woody’ por el pasillo de la calle Ponzano. ‘¡Hay una serpiente en el abrevadero!’ decía entre otras frases. El reía. Saltaba. Gritaba. La noche en que se lo regalamos, fue feliz. Extremadamente feliz. No imagino a mi hijo descartando a la que pudiera ser la mujer de su vida por no ser seguidora de la saga Toy Story.

Ahora salgo a correr. A correr como Marta. A pensar qué clase de hombre-monstruo puedo llegar a ser para no ser merecedor en ‘cuerpo y alma’ del corazón de una bella e inteligente mujer. Shakespeare podría hacer una tragedia o una comedia, según le pillara el paso ese día.

Hitchcock, Lars von Trier o Haneke harían una película en la que, como un ‘hombre elefante’, me destinarían al Museo de los Horrores del siglo XXI. Mientras, el muñeco, puño en alto, cantando la única canción, esbozaría una sonrisa.