Duelo al sol

Ya estamos preparados uno frente a otro.

Tú, dispuesta a desenfundar; yo presto a recibir el tiro de gracia.

¿Y anoche? preguntó el iluso.

La noche ayuda a escapar por los tejados y enfundarse en la sábanas de los compañeros de fatigas. Dice ella

¿Fatigas? Es decir, gordo y gas, replica él. Gordo el Código Civil y gas la cámara a la que te mandará a tí y a tu jamelgo nocturno.

No, él tenía gordo lo que me ayudaba a sudar. Tú me has eliminado de tu razón. Por eso este duelo, seguía repitiendo ella mientras sacaba su Colt 45.

Tírame a matar, porque anoche, la chingada me dejó muerto. Soy tu muerto, muerto de hambre, muerto de celos, muerto de miedo osea, cagado hasta las trancas. En realidad estaba tan enamorado de tí que en verdad te seguí por los tejados. Cerró él su diálogo.

Clam, clam, clam.

Dos certeros disparos llenaron de plomo las cuencas de sus ojos y el tercero abrió su frente como una granada. Una enorme gota de sangre le cayó en la comisura de sus labios. Se la quitó con el dedo y llenó de sangre su clítoris inflamado.

Se fué del lugar montada. El leguleyo de la noche anterior le había arreglado bien la montura.