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2008«Eauvagin»
Cuaderno de bitácora: día 23
Al ver aquellas vísceras femeninas, no pude evitarlo. Vomité una y otra vez. Llegué a pensar que mi cuerpo se volvería del revés. No creo que llegue a las 65 unidades de peso. El deterioro en el espacio es evidente. Jamás había tenido una vagina en mi mano. Con permiso del Tripulante nº 5, la he criogenizado en monóxido de acetato. El Tripulante nº 5 debió sorprenderse cuando le dejé escrita la petición en la pizarra magnética. No usé nuestro nanocomunicador de muñeca porque MOL habría interceptado mi petición. En silencio, aceptó. No preguntó para que la quería o necesitaba. Era evidente.
El monóxido de acetato al ser sometido a las bajas temperaturas de la criogenización consigue desprender un olor similar al que las vaginas naturales tienen, unas unidades de tiempo antes de que sean ocupadas por los ríos de lava. Es un olor característico; ácido, punzante. En Verde, esos "días de lava" -así se les denomina-, las mujere son enviadas a los gineceos populares. Allí en grandes camas colocadas en hilera, descansan. Los restos que expulsan a través de sus aberturas genitales, son reciclados. La parte sanguínea está destinada a la regeneración del plasma. La que desehecha es fermentada y anabolizada; aplicada con otros componentes químicos se origina el "Eauvagin", uno de los perfumes más famosos que los seres del género femenino usan para los días en los que se establece que es necesario la congenitación. Genital con genital, dispuestos a procrear, debidamente controlado, otros seres vivos.
En mi caso, al estar enrolado en esta misión, debí pasar por la traumática esterilización. Eso va impreso también en mi intercomunidor compulsivo. Por tanto ya sé, desde hace demasiado tiempo, que jamás podré engendrar a un nuevo ser, bien a través de la congenitación con un ser del sexo femenino o a través de la fertilización artificial que se realiza en los úteros placentarios de renta libre, siempre a disposición de los humanos masculinos cuya desesperación y tendencia a la soledad es absolutamente incorregible. Entonces, son destinados durante nueve doceavas partes de una unidad de tiempo vital a permanecer junto a su útero placentario de renta libre en los complejos sanitarios neonativos.
A mi, siempre se me prohibió el paso a estos centros. Tal vez, desde que nací, llevaba impresa esa señal de infertilidad en mi chip genético. Una experiencia más que, en Verde, se me había negado, extirpado, abortado.
Yo no tenía lengua; pero había conseguido una vagina artificial. Antes de sentarme ante este teclado, la he probado. Es, casi perfecta.
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