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2011El largo y cálido verano
Diario IDEAL, 7 septiembre 2011
No creas querido lector que me voy a desparramar aquí con una crítica del film de mi admirado Paul Newman y su suculente esposa, Joanne Woodward (para qué comer hamburguesas fuera si tengo un solomillo en casa, decía de ella), sino que usando este guiño cinéfilo me meta en otro, esta vez de Scott (Ridley), que me sorprendió la otra noche con su película ‘Un buen año’. El prota, su amigo Máximo Décimo Meridio, o sea, Rusell Crowe , un broker británico, hereda de su tío americano, afincado en Francia, un ‘chateau’ dedicado por completo a la producción de vinos, donde él, de niño, pasaba sus veranos.
La película, con imágenes glamourosas de la campiña francesa y de francesitas bellas y cariñosas, nos lleva de la mano por la transformación del broker en amante de la tierra que su tío le deja en herencia. La historia en sí no tiene mucha historia, valga la redundancia, pero sí que evidencia, una vez más, que el que se mete a trabajar con la tierra, se enamora de ella.
Nuestros olivares no tienen el glamour de los viñedos franceses, entre otras cosas porque Scarlett Johansson no ha venido a mostrar sus pechos entre las viñas de Moet Chandon, pero tal vez un día, alguien, se atreva a dejar que el virgen extra recorra las curvas de una suculenta actriz de Hollywood, dejando boquabiertos al personal y terminemos por desterrar la enorme caraja sociohistórica y retrógada que inunda esta provincia inexistente en el mapa de España, por mucho que ahora, reyes y lacayos, saquen no sé que tipo de pecho. Ahí están los noticiarios para corroborar lo que aquí uno suscribe y cita. Un paseo por las cadenas de televisión o por los medios en Internet para ver que pintamos menos que aquel pintor que estando manco, lo hacía con los pies.
Pero esto es agua pasada y es agua de este largo y cálido verano que acaba, donde por fin, atisbamos la miseria, sobre todo humana, de los que juegan a conducir este desvencijado coche. Por eso me quedo con el film francés y aunque en desventaja, si mi tío, que no lo tengo, me hubiera dejado un chateau-cortijo lleno de olivos, que tampoco los tengo, puedo asegurar que disfrutaría con mis posesiones como lo hace el australiano afincado en Londres que decide dejarlo todo por el vino. En mi caso por el aceite de oliva virgen extra (lo otro, sólo aceite de oliva, es mezcla y refinado, por si aún no lo sabes). Presumiría de ser un productor de este oro líquido; organizaría fuegos artificiales en cada arranque de campaña y una fiesta de puesta de largo con las más bellas y elegantes señoritas del lugar. Por supuesto, políticos, sindicalistas y agromandones, estarían vetados por horteras, figurones, egocéntricos, chupones, gandules y aprovechados.
Ellos lucirían frac y así, como todos tienen que alquilarlos, no sabríamos si eran ricos o pobres. Morenos, mejor. Todos bien vestidos, aseados para conquistar, por una noche, a las damiselas que habrían agotado los trajes largos en las tiendas de la provincia. Al menos, por una noche, habría glamour en toda regla. Citaríamos a medios nacionales e internacionales y a los locales, por sufrir con su erial informativo, tendrían su sitio con mesa, mantel, frac y cola.
Sería un buen año. Sería un buen arranque de campaña. Sería la mejor forma de enseñarle al mundo todo lo bueno y glamouroso que tenemos entre nuestras hileras verdes, pero me temo que esto se queda en el sueño calenturiento y ‘antisistema’ de este ‘juntaletras’. ¿O no? Lo mismo hasta hipoteco mi Harley y monto esta fiesta.
¡Sin complejos!
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