El sabor de una calada

Llegué de ninguna parte para sentarme en el borde tu alma, que descansaba, exhausta…

me diste la mano para conducirme  a un más allá, lejos de aquí; quizá también es ningún lugar.

¿Debemos permanacer? o ¿sólo somos volutas deformables de humo y recuerdos?

Me permitiste beberte y hacerme agua contigo; comerte y hacerme carne contigo. 

Amasamos intensos fragmentos de un tiempo inexistente en el tiempo: los relojes ya no son.

¡Pásame otra vez tu vaho para limpiarme los pulmones!

Eres una calada mortal.