Eran las cinco de la madrugada. No podía dormir. Eric padecía de insomnio. Para combartirlo se acercaba cada noche, antes de acostarse, al refrigerador eléctrico. Bebía una enorme vaso de leche fría. Y después, regresaba al jergón. Aquel armatoste lo había comprado su padre en Colon´s Square hacía sólo unos días.

Sin embargo, esa noche, espesa como el humo que había tragado al descargar aquel barco de carbón en el Muelle 53, se insinuaba distinta.

De repente, un enorme estruendo sacó a Eric de su cama. ¿Era todo un sueño? Se vió inundado. La botella de leche había explotado. Y, sin más, algo halló para su salvación definitiva en aquel mar níveo.

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